El despertar social que ha supuesto la manifestación pacífica del 15 de mayo atiende a la expresión popular. Esta representación social ha ido calando en el corazón cívico de quienes se encuentran aplastados por una situación de paro y corrupción que atenta contra su integridad. El relevo generacional llega a la juventud del siglo XXI.
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El distanciamiento político y social, que han ido cosechando las organizaciones con representatividad popular, se ha topado con una barrrera infranqueable: la del pueblo. Los mismos jóvenes que cultivan la convivencia familiar, en ocasiones ligada a su aporte económico, son el epicentro de un movimiento pacífico. Su mensaje conciliador ha calado en una sociedad presa del capitalismo corporativo. Se sienten traicionados por el destierro al que les han sometido sus representantes políticos: algo que viene ocurriendo desde que las urnas regulan la Democracia. Se demuestra el carácter volátil de las promesas que buscan votos para alcanzar una cuota de poder que permita a la clase política maniobrar sus intereses partidistas de la manera menos incómoda para sus bolsillos e intenciones.
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La corriente social surgida desde la manifestación del 15 de mayo en Madrid ha levantado un movimiento de adhesión hasta ahora desconocido. Uno de los puntos flacos de esta explosión popular radica en el momento elegido para expresarse: la víspera de unas elecciones municipales. Esto ha dado cancha para que los partidos políticos mayoritarios se enzarcen en una lucha de acusaciones e insultos dialécticos. La imagen que están ofreciendo es desoladora, al monopolizar los problemas que acosan España; una piel de toro chaquetera. |
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La Constitución es el instrumento garante de los derechos cívicos donde se recogen sus obligaciones. El ciudadano no es un objeto electoralista, algo que parece haberse olvidado. Las protestas del 15 de mayo exhiben una conciencia crítica con el bipartidismo. Las dos formaciones políticas que polarizan nuestra atención están molestas y preocupadas; esgrimen el cruce de acusaciones como estrategia para quitar de en medio al contrincante. El pacifismo y la organización soñadora incomoda; el terremoto que hace levantarse de las poltronas, asusta. |
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El político es el obrero del pueblo.
¿Conoce alguien a un senador o diputado que figure en las listas del paro? |
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Sobre esta fecha, el 15 de mayo de 2011, se han levantado muchos tópicos lingüísticos, de significación sociológica. Nos gusta adornar el lenguaje con siglas telegráficas y expresiones escasas de originalidad. ¿Alguien ha escuchado hablar del 68-M refiriéndose a Mayo del 68 o del 9-N como acrónimo para identificar la caída del Muro de Berlín? ¿Economicismo técnico? Perseguimos conferir a la revolución histórica “un antes y un después” derramando tinta de interés momentáneo que desaparecerá cuando el suceso deje de ser actualidad informativa.
Lo ocurrido el 15 de mayo de 2011 en distintas ciudades españolas ha dado pie a un movimiento social surgido de manera espontánea dentro del cabreo generalizado. Ha supuesto un estallido pacífico de demandas sociales; es un silencio aguantado consecuencia de algo que debía haber sucedido hace tiempo. Un síntoma de madurez social en la juventud. La calle como espacio para el debate y la solidaridad, algo que ha pillado de sorpresa a una clase política preocupada en cerrar centros sociales, reducir la ayuda a la investigación, ignorar la burbuja inmobiliaria, desproteger a unos y untar a otros.
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Este sentir colectivo, que se va extendiendo por todo el mundo, ha conseguido no caer en el juego sucio de la política institucional, corrupta. ¿Es idealista proponiendo la supresión del bipartidismo regente en la política española? ¿Por qué han de desaparecer del espectro parlamentario los partidos expulsados del reparto de escaños?
La Ley Orgánica 6/2002, de 27 de junio, de Partidos Políticos admite en su reseña inicial su escasa madurez jurídica, proponiendo una reforma del texto.
El 15 de mayo de 2011 no significa un secuestro de la Constitución, sino una constatación del Artículo 21 sobre el Derecho de Reunión; y un recuerdo de los Artículos 35 y 47; la exigencia de una vigilancia por parte de los poderes políticos para que se acaten sin perjuicio ciudadano ni beneficio hacia operaciones de dudosa transparencia.
El ciudadano se halla secuestrado por el incumplimiento político de la Carta Magna, algo que no justifican las inauguraciones de obras inacabadas. Una borriqueña foto de portada en los periódicos y anales de la desvergüenza social.
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A las puertas de unas elecciones municipales se masca la pólvora ciudadana, cuya única arma es la palabra. ¿Ha sido oportuno el momento elegido para manifestar descontento? Por este flanco le llueven las críticas a la continuidad de lo sucedido el 15 de mayo. Los políticos intentan hacer suya una causa que les ha hecho frente y no han conseguido manejar. En el fondo, les molesta su existencia y les cabrea que su dialéctica de micrófono haya sido ridiculizada con la no violencia pacífica. |
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