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LAS VOCES DEL SILENCIO

PALABRAS SOLIDARIAS
Histórico

 

PARA ROMPER LA TRADICIÓN
Creer o no creer en los Magos de Oriente

JGS

Peticiones a los Reyes Magos cuyo cumplimiento que no está en manos de los Reyes Magos
 

La leyenda cuenta y la tradición manda que cada 5 de enero tenemos que acostarnos temprano. La leyenda cuenta y la tradición manda que cada 5 de enero, antes de ir a dormir, hemos de dejar un poco de agua y comida para que Sus Majestades Los Reyes de Oriente repongan fuerzas cuando vengan a dejar los regalos en cada casa. La tradición manda y la verdad cuenta que cada cinco de enero nos dormimos impacientes por despertar rodeados de juguetes. Somos un poco más niños y nos sentimos mayores a la vez. La tradición cuenta y la realidad dice que esos juguetes no siempre alcanzan su destino. Esta noche se ha hecho para soñar, para convertirla en la más corta del año. Antes de cerrar los ojos, deseamos despertar con las esperanzas satisfechas. La copia en formato electrónico de la carta enviada se comparará con lo recibido como reponedores de sueños que no admiten genéricos, queremos el original. La euforia se mezcla con la decepción, la conformidad con el ansia pedigüeña.

No vivimos momentos para exigir, no estamos en tiempos de bonanza económica ni moral. Las vacas gordas también se han acabado para los de Oriente en el patio de los mayores. Es verdad que los reveses han sido constantes durante 2020 pero no hemos contribuido a enmendar errores persistentes en una debacle que nos tiene en fuera de juego universal. Por eso, los Reyes Magos no llamarán a mi puerta en 2021; no he escrito una carta para invocar su presencia porque necesito hechos tangibles que devuelvan la ilusión a un mundo más perdido que el Jurásico de Spielberg. Este año, me conformo con una sonrisa, disfrutar de las mimas amistades y el cariño familiar que siempre he tenido. No reniego de Melchor, Gaspar ni Baltasar pero tampoco los necesito. Entiendo que otros tengan que mantener el espectáculo en pie aunque sea trayéndoles en helicóptero o globo aerostático para no decepcionar a los más pequeños. Los mayores deberían dejar de instrumentalizar un sentimiento. Ya está bien de llamar a la responsabilidad ciudadana cuando el esqueleto mercantil pesa más que la fortaleza de cada hueso, cuando la suma de todos los gobernantes es la división de cada uno, cuando se quedan con el oro y la mirra para regalarnos carbón en cada gesto.

El modelo económico no puede basarse en la sostenibilidad de la pandereta y el sol, los boquerones y las playas con bandera azul. Quizás el senderismo virtual permita que la Naturaleza crezca en paz, libre del efecto invernadero. La hostelería no debe dormirse en los laureles de excursionistas futboleros mientras Airbnb se forra alquilando pisos comprados durante la burbuja inmobiliaria. Si los Reyes Magos existen, les pediría un giro en la vigilancia a la turistificación y menos dependencia del sector hostelero a la hora de engordar el PIB.
Pediría solidaridad con la Cañada Real, exigiría una solución inmediata a sus pobladores en vez de dejar que el frío cale los huesos de niños que no pueden ducharse con agua caliente ni caldear las manos para hacer los deberes en un hogar donde Internet es ciencia ficción. Los teléfonos móviles, las tabletas y los portátiles se fosilizan aquí. El teletrabajo es una falta de respeto. En este lodazal nos damos cuenta hasta qué punto hemos supeditado nuestra vida a la técnica.

Si los Reyes Magos escuchan, les pediría más atención a una sanidad que estamos aniquilando como un virus dentro de otro mayor. La COVID-19 no tiene la culpa del desacuerdo e inmoralidad políticos. Ambos han mentido adecuando la verdad al terreno particular mientras los ciudadanos son abandonados en una responsabilidad que no les corresponde. Pediría un cuidado de los sanitarios que aguanta con voluntad a prueba de bombas. El recuerdo continuado con banderas y homenajes a quienes han muerto por coronavirus es un veneno que se hace fuerte con la egolatría política teñida de patriota. No quiero conmemoraciones a los muertos ni crespones ni dinero público derrochado por tres en un hospital que se inaugura antes de acabarse sino eficacia. La gente sigue muriendo con el megacomplejo pandémico levantado y a rendimiento bajo mínimos.
Para acabar esta carta que la tradición obliga redactar, pediría más cordura a esa población casposa que se atiborra de fiestas ilegales y, en concreto, a futbolistas convertidos en patosos consumados fuera del césped. Exijo más juicio a esas sanguijuelas, carnaza de saraos privados bebiendo y fumando sin dejar de reír, malinterpretando a Mecano, y, lo peor: ¡sin mascarilla!
El japonés se hace el harakiri para morir en soledad y con honor como parte de un código ético. ¡Adelante si tenéis narices pero cuanto más lejos, mejor! Mi gran petición de hoy es que esta escoria despareciera sin dejar rastro.

El 6 de enero, al despertarme, he encontrado el calcetín térmico perdido entre las sábanas hace días. He escuchado el saludo de un pajarillo noctámbulo. Por eso, no me queda más remedio que creer en los Reyes Magos cada día, no una vez al año, para romper la tradición.

 


JGS

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