No había que esperar mucho para afirmar que el ejército de Putin ha lanzado su ira invasora sobre Ucrania. Las pretensiones nacionalistas que buscan recuperar la antigua Unión Soviética galopan feroces. La imagen de sus tanques avanzando en una columna uniforme de 60 kilómetros por suelo ucraniano impone; su intención de aplastar una rebelión inexistente, asusta. El empeño de aplastar al gobierno de Zelenski, e imponer en Kiev otra Administración satelital de su imperio, resulta más creíble. La invasión de Putin por el Sur, Norte y Este es una blitzkrieg hitleriana en toda regla. Un espejo de la Operación Barbarroja que, bajo la estrategia de tierra quemada, evidencia su criminalidad. Putin ha calificado a los mandatarios kievitas como gobierno de neonazis y drogadictos. El golpe de las bombas contra la Torre de Televisión de Kiev fue triple: neutralizar sus comunicaciones, revivir la matanza protagonizada por el ejército de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial en el barranco de Babyn Yar y humillar el memorial que conmemora esta masacre. Las amenazas contra Suecia y Finlandia llaman a un expansionismo transfronterizo. ¿Y luego? ¿Se interesará también por Chipre?

Que Ucrania esté fuera de la OTAN no resta su importancia en Europa. Putin, con esta incursión, ignora al Viejo Continente o ¿pretende hostigar al águila norteamericana y poner al mandato de Joe Biden en un compromiso dirigido a la respuesta rápida? Ha iniciado una partida de ajedrez ofensiva que no puede terminar en tablas. El líder ruso desea jugar a la guerra y busca, con su prepotencia supina, que los demás sigan el juego. Ha iniciado un proceso destructivo movido por la asfixia ciudadana y megalomanía histórica. El inicio de esta guerra con repercusiones internacionales persigue la ruptura continental y la hegemonía de un tirano que ha sustituido a la realeza zarista por un patrimonio neto entre 100 mil y 130 mil millones de dólares según el economista sueco Anders Aslund, autor del libro Russia’s Crony Capitalism, y los 200 mil millones de dólares que en 2017 calculó Bill Browder. ¿Quién no asegura, hoy, que la actitud de Putin ha sido producto de una maniobra gestada en el tiempo para tantear las flaquezas de sus adversarios políticos? Los ataques frontales contra Chechenia del siglo pasado, Osetia del Sur en 2008 o Crimea en 2014 se basaron en defender la supremacía rusófila y sus intereses militares. Las sanciones económico-políticas vendrán antes que los enfrentamientos militares con Europa y Estados Unidos. ¿Qué pasará con el apoyo de los oligarcas rusos? ¿Sabremos si Putin es su hombre de paja? ¿La criptomoneda se impondrá al rublo en los mercados internacionales?

Esta guerra militar no es convencional, desemboca en otra cibernética donde la contrainformación es más fácil de manejar y más difícil de denunciar. La crisis humanitaria es grave y se extiende con rapidez, insostenible aunque aguanta su destino al pie del cañón. El índice Ibex 35 va al alza mientras el precio del petróleo y el gas se desploma. Los inversores esperan más contundencia y no ser amonestados por Putin si no compran su crudo o por Europa si no respetan los castigos impuestos por Bruselas y Washington. Estas sanciones tendrán un efecto boomerang mientras la dependencia económica de las materias primas rusas sea tan escandalosa. El cerco no está en Ucrania sino en Europa: en sacar a Rusia del sistema SWIFT entre bancos, analizar el papel de los sinarcas que permanecen callados, estrangular una relación económica que nos afecta porque no hemos sabido potenciar la autosuficiencia energética. Valgan unos ejemplos como muestrario: Europa importa el 30% de su carbón de Rusia, el gas natural producido por empresas rusas es más de un tercio de las importaciones de la Unión Europea (37%) mientras que para Rusia, Europa representa el 85% de sus ventas, según BP. Alemania e Italia son de los países que más gas natural ruso importan. La Unión Europea paga unos 260 millones de euros diarios por las importaciones de petróleo ruso, según un informe publicado por la organización ecologista Transport & Environment. Que Rusia sea el tercer productor mundial de petróleo hace que un corte en el suministro incremente los precios del gas y del petróleo. La incertidumbre paraliza todo excepto la subida de los costes energéticos. Otros números: en 2021, las exportaciones de España a Rusia fueron de 2.200 millones de euros y las importaciones, de algo más de 6.000 millones. Si se mira a Ucrania durante el mismo año, España exportó más de 681 millones de euros y se importaron cerca de 2.400 millones.

Europa se toma las agresiones con calma tensa, calculando cada movimiento, haciendo de la diplomacia un equilibrismo que no se precipite al vacío de la respuesta visceral. Bien se produzca un desarrollo dialogado del conflicto o impere la fuerza belicosa de Putin, y aunque la diplomacia quede tocada, los civiles serán las víctimas principales. Según la agencia de noticias Reuters, la guerra hará que la economía europea crezca de tres a cuatro puntos. ¿No es trágico y vergonzoso que la riqueza nacional aumente gracias a una guerra? ¿Cuánto vale una vida humana? Rusia pagará durante años el error estratégico del Kremlin. Es posible que este argumento no brille en la cercanía pero el futuro pasará factura a unos desmanes que ahora aborrecemos.
Corea del Norte, Siria y Eritrea se posicionaron en favor de Rusia durante una asamblea urgente de las Naciones Unidas para condenar la invasión de Ucrania. China no optó por un pronunciamiento directo al abstenerse en la votación. Países como Cuba, Bolivia, El Salvador o Nicaragua fueron parte de los 35 representantes que siguieron el juego al embajador chino en la ONU, Zhang Jun. Hungría y Turquía no quisieron entrar en la disputa. La cercanía histórica unió a Tayikistán, Kazajistán y Armenia con el invasor. Serbia se desmarcó de las sanciones a Putin mientras el movimiento ultraderechista Obraz participó en manifestaciones de apoyo a la madre Rusia. El no intervencionismo suizo rompió su neutralidad tradicional.

Esta invasión es un prueba de fuego para demostrar si la unidad europea es una idea sólida, un espejismo, una mentira, un títere o un nido de incompetentes. El asesino Putin actúa por impulsos maníacos. La potencia del ex-KGB destinado a Dresde entre 1985 y 1990 es tan grande que intimida atacarle con las armas de una violencia desproporcionada. El imperio del salvaje no parece tener límites mientras mata a inocentes que, por vivir en la misma extensión geográfica, están obligados a seguir los dictados de un psicópata frustrado. ¿Guerra local o guerra mundial? Sobre todo, estamos ante una contienda imperialista. ¿Será Putin el último hijo de una Rusia que se siente maltratada después de la desintegración de la Unión Soviética?