Si en las Cortes se hablara con más cabeza que vísceras, si los parlamentarios no fueran bustos parladores anclados en el insulto, su lenguaje reputacional saldría ganando. Si este círculo para el debate no fuera un patio de recreo donde las palabras corretean más desbocadas que los morlacos durante los sanfermines, si sus Señorías no hicieran tanta tomatina agresiva, las deliberaciones políticas recogerían más frutos y menos piedras, la brusquedad del cambio climático sería controlable en un estado de cambio permanente (y lógico). Si el tsunami político no azotara con virulencia destructora, la Tribuna no sería una playa particular para surfistas oportunistas que hacen de los pactos el influjo de una marea irregular. Su arenisca ciega la concordia hasta hacer del grano una montaña artificial que separa ideas y a dirigentes. El vocablo ofensivo debería quedar reflejado en negrita para que la Historia recordara las barbaridades comparativas que, rápidamente, se hacen noticiosas. Los ciudadanos deberíamos ser los primeros en pedir responsabilidades ante esa burrada fraseológica por la cantidad de mentiras vertidas. Que si hay que bajar los impuestos (sin hablar de la repercusión que esta medida puede tener en los servicios sociales). Que si esta bajada está dirigida a luchar contra la corrupción cuando siguen abiertos casos en la materia, que si tú me llamas comunista y yo te respondo con fascista.
La argumentación radical de Vox le convierte en rey del insulto y el descrédito ideológico a lo que no sea nacionalista. El agravio es la piedra angular de razonamientos sin base moral y poca talla intelectual. El diario de sesiones está para recoger todo lo que se diga en el Congreso: bueno y malo. Es la grabadora que no altera puntos ni comas, significados ni significantes. La ofensa retrata al ofensor y no debería someterse a una eliminación orwelliana a modo de censura civilizada para salvaguardar el respeto general. Las palabras las juzga el tiempo. ¿Respeto a negar las barbaridades, a limpiar la conciencia personal no colectiva? Retirarlas del diario de sesiones sólo sirve para calentar la crispación en vez de desmontar la estupidez con la razón. ¿Borrarlas o no borrarlas? Mejor evitar escribirlas o hacer del insulto un arte inteligente. Conceptista y satírico en la forma.
La trifulca entre el diputado de Vox José María Sánchez en una interpelación al ministro de Presidencia, Félix Bolaños, le ha comparado con Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Hitler. Para el eco de Santiago Abascal, Pedro Sánchez es el führer. ¿No se habrá dado cuenta el representante ultranacionalista que le está rindiendo pleitesía al compararlo con uno de sus líderes? Bolaños ha exigido que los improperios se retiren, además de una disculpa. ¿Ahondar en la agravio no es seguir el juego a los alborotadores que no tienen juicios para sustentar sus arengas? Quien se pica ajos come. El molestador busca, confundir con el malestar visceral. Jalear sin aportar algo constructivo. Vox saber hacerlo muy bien, es maestro en turbar al adversario para derribarlo mientras se ahoga en su cabreo tan ancho. El borracho se queda más tranquilo cuando ha vomitado su curda sobre la víctima histórica. Con ello, Vox se ratifica en su mala educación, se atrinchera en su jardín de infancia, cercano al esperpento radical. El país no está para entrar al trapo en sus tonterías.
Tras las últimas opiniones de Santiago Abascal sobre el discurso de Zelenski en el Congreso a cerca del bombardeo de Guernica, la Historia juzgará declaraciones que deben ubicarse en entornos militares de agresor y agredido. Diría que su partido es un filoputinero con mayúsculas amante del neo-zarismo hitleriano. ¿Alguien da más?
España se merece respeto y dedicación seria en vez de gastar energías en comentarios que buscan la confrontación, terreno cómodo para los nacionalismos. Engrandecer sus eructos emocionales es alimentar a la bestia. Vox merecen atención como grupo parlamentario y desprecio como actitud política. Las comparaciones siempre dicen que son odiosas, por lo tanto: ¿por qué este exceso de protagonismo verbal? |
|