La música de Michael Nyman supo describir más allá de la tormenta el sonido de un piano. Plasmó con delicadeza sus notas vívidas en una Nueva Zelanda victoriana poco dulcificada. Jane Campion supo dirigir con soltura a Holly Hunter en la figura de mujer manipulada y atraída: entregada a su pasado y al despertar de su sensualidad. Nyman nos comunica su entereza, envolviéndola en pasajes sonoros vulnerables, sugerentes y diabólicos
The Piano plantea el problema de la esclavitud sentimental, envuelto en líneas de sonidos argumentales. Es una denuncia contra el amor convenido, un despertar al deseo atrapado. Es música convertida en pasión. Su banda sonora, interpretada por Michael Nyman junto a la Munich Philharmonic Orchestra, un torrente de arrebatos que discurren por la película en forma de aguas sin encauzar. La andadura de Ada, y su hija Flora, comienza en una playa neozelandesa, grisácea y abandonada, recordatorio de su Escocia natal.
Su entrada en arenas oceánicas simula al Desembarco de Normandía retratado por Robert Kappa, neblinoso y difuminado. Lleva escrita la misma incertidumbre ante el futuro de su misión: reaccionar ante personas desconocidas. Las notas de Nyman, inspiradas en la Naturaleza, descubren sombras que acentúan el anonimato de Ada en esta aventura. Cielos rugiendo, nubes rasgadas que se expanden en silencio, como observadoras del desamparo humano. Todo unido es una ensalada marina y arenosa de belleza musical, como el hipocampo construido en la playa que la directora enfoca a vista de pájaro. La indefensión de madre e hija, sus caras pálidas, los ojos aún sin instalarse, los amplios horizontes parecen haber descubierto el vacío. La entereza y misterio de Ada van desempolvándose.
El corazón busca a su piano entre los restos de esta soledad; yace callado en la arena. El silencio de ambos se cruza: se miran, se sonríen, Ada corre a su encuentro. Tiembla al acariciarle. Éste es el amante con el que mantiene un idilio que no le permite articular palabra desde los seis años. Su única forma de comunicación sonora con el exterior. La tormenta arrecia con el sonido de sus teclas, y el tacto de sus manos. Las mareas se mecen al ritmo de éstas, las nubes se han parado a escucharlas: caminan de puntillas para no estorbar a sus notas.
Flora es el nexo vocal de su madre con el resto del mundo. A través de ella expresa su rechazo hacia un marido impuesto, Stewart (Sam Neill). Él y su compañero Baines (Harvey Keitel) son caracolas en un playa donde cualquier palabra rompe la belleza del silencio neozelandés.
La música de Nyman se convierte en el vehículo estratégico que Baines utiliza para recuperar el piano. El pasado de Ada es un misterio fabulado por Flora: una ficción de cantatriz de ópera que perdió la voz. Stewart vive el silencio atroz del rechazo mudo, más afilado en una mirada que en una palabra. Son desconocidos.
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" La voz que oís no es mi voz corporal, sino la de mi mente".
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Este silencio se convierte en obsesión dentro de un marido cada vez más torpe, incapaz de entender que el amor no es una venta. The Piano es el rechazo de la norma y el alcance de la madurez sensual en tonos hermosos. Las metáforas amatorias se suceden a través de caricias a un instrumento que sólo cobra vida en las manos de Ada. El amor se va destapando nota a nota.
El piano es la voz de Ada, su personalidad fuerte; el dejarse arrastrar y su renacer. Es frialdad, melancolía, odio, mutilaciones, entereza, coraje, machismo, pasión, un lastre, autismo, azules intensos, intimidad, sombras, belleza, texturas, sonidos del corazón, la vida, la muerte, la mudez, los interrogantes, las decisiones. Ella lo mantiene vivo.
Todo confluye en la música de Michael Nyman y el guión de Jane Campion: desde lo espiritual hasta lo corporal convertido en sinfonía de la vida. The Piano es sonido, existencia, fortaleza, debilidad, estratagema, instrumento, alianza, enemigo. Es cuna y ataúd.
J. G.
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