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CINE Y ESPECTÁCULOS
CARTELERA CULTURAL

Histórico
 
 
 


CAMBIO DE LOOK
Película Un novio para mi mujer

J. G.
(Madrid, España)

Un novio para mi mujer

La convivencia entre dos personas siempre resulta difícil. Por mucho que una pareja se ame, si no hay complicidad, ese enamoramiento inicial termina convirtiéndose en agobio. La persona elegida se vuelve malhumorada, quejica, pesimista, algo esquizofrénica... dueña de un comunicación invasiva. La película de Juan Taratuto muestra a Valeria Bertuccelli (La Tana) jugando el rol de la mujer obsesiva, torpedeadora. El cine pudo más en esta artista bonaerense que comenzó su andadura artística en el teatro under, con un paso previo por la telenovela.

La Tana es una mosca cojonera que vive en su mundo acosada por lo que ella denomina “buscadores de coincidencias”. Desaprueba los convencionalismos y es dueña de una extraversión histérica. Una de esas personas que no para de criticar la decadencia social; su sinceridad es la que llega a resultar molesta. Inconscientemente, se convierte en el altavoz de lo que no quiere ser: alguien dependiente de las opiniones y actos ajenos. Es la voz crítica hacia una mentalidad burguesa basada en las formas más que en el trasfondo de los sentimientos. Su lema: “vive y deja vivir”; su realidad no permite ni una cosa ni otra.
La Tana es la justificación de que las muñecas vudú no vivan sólo en África.

Este personaje se va convirtiendo, con su crítica hiperbólica, en una explosión constante de sinceridad empalagosa, sin ganas de enfrentarse al día a día comunitario, donde puede ser mirada como rara avis porque se sale de la normalidad. ¡Olvidaba que odia los registros catalogados y coincidentes!, supongo que su perfil no aparecerá en Facebook. Se va construyendo un caparazón en base a lo que ocurre a su alrededor y no entiende que la convivencia personalista es individualismo. Esto ocurre porque su media naranja, el Tenso, no tiene las agallas de dar el paso y precipitar esa ruptura que tanto ansía, agobiado. Adrián Suar es el maridito suave y anulado por el potencial expresivo de su partner, de quien quiere desprenderse ya casi desde los créditos iniciales.

Ella es el prototipo de la mujer inactiva pero intelectualmente llena, adversaria de los convencionalismos, sin pelos en la lengua: un animal socialmente peligroso. La Tana odia el papel de madre babeante, odia la gratitud gratuita, odia el figurar, odia la comparsa social, odia la alta cocina, lo fashion, las modas. Se odia a sí misma por pensar así, pero no lo reconoce. Es su carácter, los demás son los equivocados. Su vida es un nihilismo cómico que tiene amargado al Tenso.
Paradojas de la vida, o coincidencia, aunque le siente mal a Valeria, será su integración social la que le abra nuevas puertas hacia la felicidad.

El amor no es eterno y mucho menos las alianzas entre dos personas; el amor es una convivencia tan susceptible de transformación como el aire que respiramos.
El Tenso es frágil al encargarle su trabajo a otro sin pensar en el peligro que esto acarrea; miedoso ante la fuerza de la Tana que mata con la mirada.

Qué mejor forma de dar el paso que buscar los servicios de un cazamujeres para encauzar una situación que se debate entre el deseo de cortar y las ganas de no perder al amor de su vida. El Tenso y la Tana son dos niños grandes que necesitan de un gurú que les guíe por el camino de la madurez. Juan Taratuto plantea un nudo humano donde lo importante no es lo que ocurre, sino sus intérpretes. El marido que busca la separación, pero no sabe decirlo; la esposa ciega de malhumor; el seductor que sucumbe ante lo inesperado y un cuarto personaje moviéndose en un segundo plano inteligente.

A veces, lo mejor es darle la vuelta al pastel e invertir los polos para despertar esa atracción marchitada. Aparece la seducción como arma de conquista descubriendo la niñez del Tenso, arropada por el físico de Adrián Suar. El Cuervo Flores (Gabriel Goity) es un profesional del amor por encargo. La seducción de este amante cuarentón se convertirá en enamoramiento confesado entre lágrimas; el alejamiento causado por el Tenso se hará deseo y esa esquizofrenia fría de la Tana, reencuentro.

Gabriel Goity es el arquetipo del Casanova o donjuán que siempre trabajan solos, embadurnado por sus recuerdos femeninos. Las situaciones divertidas llevan el hilo común de la posesión.
Las cosas se tambalean en “Un novio para mi mujer” desde el principio, cuando en el juego de la convivencia hay dominante y dominado, no respeto.

Adrián Suar es el dominado en gran formato, y quemado; Valeria Bertuccelli es la figura dominante que vuelca agresividad verbal sobre su pareja. No se da cuenta de que está haciendo lo que odia: invadir el espacio ajeno. Para la convivencia lo principal es el respeto, muchas veces ignorado.
La dirección de esta película desarrolla una situación insostenible cuya solución no es improvisada. Es desesperada en un intento de recuperar el amor.

La rigidez de Valeria sólo necesita de un piropo para ser desmontada. Una sonrisa que ruborice su orden de las cosas, tan cuadriculado. Entonces, su vida cambia por completo. Algo en lo que es experto El Cuervo y cuyo primer abordaje significa el comienzo de una nueva historia en la trama de Un novio para mi mujer.
El rubor, hasta ahora, era incompatible con esta heroína de la palabra rápida y mordaz.

La vida se nutre de acontecimientos encadenados: provocados e imprevistos.

La mirada de Valeria se retira a la alcoba de su hombro. La tensión se relaja en sus pómulos, sonríe coqueta, algo hasta ahora inaudito. Es dulce y suave, a cámara lenta. Su vida comienza a girar en sentido contrario a lo acostumbrado. La nihilista casera pasa a tener un trabajo que le viene al pelo y un jefe-compañero silencioso que no está nada mal. Es más activa, ¡vive!. La figura del Cuervo se convertirá en su sombra.
La Tana descubre una nueva vida al hacerse más elástica su independencia. El Tenso siente que le falta algo: es presa del masoquismo amatorio. ¿Hasta qué punto soportamos que el otro sea independiente y feliz, no sólo con la pareja?

El papel de Adrián Suar es el de un hombre casi sin rostro, sólo azuzado cuando empieza a notar esa vitalidad en su chica. Es una historia común: la cosas van tirando en el reinado de la rutina y el miedo, que nos carcome, hasta que comienza la sospecha. El ser humano se reduce a una serie de contradicciones: amamos la libertad, pero también necesitamos sentirnos encadenados a otro (a sus costumbres, a sus besos, a su mirada, a sus cabreos, a su olor). Las rupturas se suceden y con ellas, se destapan los misterios que han propiciado la trama de Un novio para mi mujer. La rabia por un lado, y las ganas de perdón por otro, aparecen entrelazadas. El odio vuelve a surgir al saber que todo ha sido fruto de una argucia, nada casual. Las situaciones propician las decisiones.

La vida es un círculo que con el tiempo se va cerrando, y los desengaños, pequeñas fallas que resquebrajan ese camino. ¿Hay algo mejor que volverse a conocer compartiendo un sándwich con una nueva sonrisa? El comienzo está en el intento, el final de todo es saber pedir perdón.
Los diálogos están regados por el lenguaje argentino, cómico e hiperrealista. La película de Taratuto muestra una convivencia de taza, cafetera, periódico y psiquiatra. Lo trágico se vuelve cómico; lo previsible, inteligente. El argumento, sencillo: como tiene que ser todo buen guión cinematográfico. La historia, nada intangible, muy identificadora; los personajes, de lo más comunes. Lo tiene todo para ser una comedia fresca y que, en el fondo, haga pensar: ¿seré yo igual de neurótica que la Tana o tan miedoso como el Tenso?

La trama originada narra situaciones previsibles donde gana la interpretación al desenlace, la intensidad del “cómo” solapa a la del “qué”. Es un argumento que no se adjudica a un personaje ficticio, hace de éste alguien universal.
Es una reflexión divertida sobre las relaciones humanas. Un novio para mi mujer es real como la vida misma.
A veces necesitamos que nos quiten el polvo de encima para darnos cuenta de lo que somos y cómo lo estamos desperdiciando.

Si estas bien educado, te gusta el cine y eres de buena ley, NO te levantes hasta el último crédito DE ESTA y de CUALQUIER película. No en vano "hasta el rabo todo es toro". Me lo agradecerás y te lo agradeceremos todos aquellos que amamos el cine y consideramos que una obra no termina hasta que aparece la última letra del último rótulo.

 

 

J. G.


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