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UN VIAJE POR EL SILENCIO
Película "Las Acacias "
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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Premios |
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La importancia de las acacias radica en la fijación del nitrógeno. El suelo, gracias a este proceso, se convierte en alfombra ideal para las plantas ornamentales, creando una especie de manto sobre el que florecen de manera segura. La relación humana conlleva un proceso de nitrificación como el de la acacia, donde su tallo crece gracias a la ruptura de egoísmos unipersonales. Su germinación es rápida; tiene un cuidado fácil. Nuestro corazón absorbe con facilidad la clorofila de la amistad y no necesita de grandes atenciones para seguir vivo. Los antiguos atribuían a la acacia propiedades curativas que espantan la mala suerte. La soledad puede ser adoptada por placer o encontrada por infortunio. La vida es un ir y venir sobre la misma senda, un deambular por la rutina de esa soledad apadrinada que nos convierte en fantasmas de lo cotidiano; sin miras que rompan nuestro horizonte de vulgaridad diaria. “Las Acacias” destruye esa constante en un viaje que va más allá de un trayecto rutinario.
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Su camino se marca desde la distancia entre los protagonistas. El aislamiento está presente en Rubén (Germán de Silva), el miedo a lo desconocido en Jacinta (Hebe Duarte). El bosque surge desde su frondosidad. El desierto se apodera de esta relación. El camión es el sujeto que proporciona el acercamiento ente ambos. Todo muy distante, silencioso; más que nada incómodo y frío. La convivencia se hace obligatoria, nace la respiración muda y la presencia ausente; el acoquinamiento y la subestima. Las miradas retratan personas; el entorno es una angustia visible; la cabina de un camión, la celda donde estarán obligados a convivir por un tiempo del que se conoce su duración. La distancia se hace cada vez más elástica. No hay palabras. Incomodidad repetida hasta el infinito, ojitos taladradores que van humedeciéndose gracias a sus lloros desafinados. Sentimiento reconfortante.
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En “Las Acacias” se relata un viaje interno salpica de anécdotas gestuales y entendimiento mudo.
Rubén es hombre de pocas palabras. Éstas no forman parte de su visión del mundo, acostumbrada a las miradas por el retrovisor. Su vocabulario se reduce a diálogos mudos con el volante. ¡Para qué hablar si el silencio lo dice todo! Rubén es un silencio. Su transporte es madera: un ser vivo convertido en materia muerta. Figurín en un ataúd sobre ruedas. Que alguien se entrometa en tu vida no es plato de gusto para un hombre reservado como este camionero de piel sajada y sentimientos arrugados. Una mujer desconocida lo convierte en transportista por encargo: un porte más mirado con desprecio. |
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El cine argentino no deja de sorprender por el tratamiento de la imagen. Posee la capacidad de reconvertir algo casual en especial, sin salirse de esa sencillez. Sencillez que convive con la espectacularidad del comportamiento actoral. “Las Acacias” despunta minimalismo formal; su estética se fija en el día a día. Es detallista en miradas, poses y actitudes cambiantes: aquello en lo que pocas veces recalamos. Es particularmente suyo.
La cabina de un camión hace las veces de batiscafo en su hundimiento. Es un laboratorio de expresividad y ostracismo. El camionero hosco, amante de su silencio, topa con la simpatía del bebé inocente. Rubén dentro de su rudeza, es tímido, custodio de un secreto doloroso. La mirada de Anahí (Nayra Calle Mamani) será el detonante para que su emotividad aflore. Caricias visuales de grandes ojos pequeños, capaces de procesar lo que no ven; desentrenados e inteligentes. Esta criatura le abre las puertas de su yo más recóndito: el amable, el que sabe sonreír. Su delicia embriaga al espectador con candor y es inevitable la frase “está para comérselo”. Anahí es el resorte para despertar el interés hacia su madre; el camionero reaprende a sentir. Jacinta es una flecha que merodea el camión esperando su blanco. |
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Antes de que el viaje entre Asunción (Paraguay) y Buenos Aires llegue a su término, se vislumbra el comienzo de otra ruta más agradable. Un final contrapuesto donde chocan el tartamudeo adolescente con la necesidad de un comportamiento adulto. La soledad de Rubén siente la amenaza de volver a la rutina. Su camión se convierte en carroza; Anahí es un duende sonrosado; Jacinta, la reina del cortejo. “Las Acacias” exhibe lentitud por imperativos de la trama. Guste o desilusione (nunca puede disgustar), lo nuevo de Pablo Giorgelli genera opiniones encontradas. ¿Cómo una película pobre en texto esconde tanto sentimiento?... Para responder a esta incógnita hay que verla. |
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