Los personajes repetidos se queman en la gran pantalla. Algunas ideas, sometidas al emporio de la franquicia, envejecen y, a pesar de intentar renovarse, no prosperan en su alarde de lifting. El tiempo lo envejece todo: unas películas mejoran con él y otras se pudren en la repetición.
El cuento de exprimir la gallina de los huevos de oro, en el cine, puede convertirse en podrida innovación palomitera. Siempre existirán fans cegados por una mitomanía comprensible, capaces de tragarse sin pestañear bodrios como
“Fast & Furious 6”. Cuando salgan del cine, correrán al top manta más cercano para comprobar si ya está a la venta, el día de su estreno, como me ocurrió con
“Oblivion”. Rectifico, fue en el pase de prensa cuando lo último de Tom Cruise se podía encontrar en este mercado subterráneo y de oscuras tramas. A pesar de que
Dominic Toretto y sus secuaces se hayan convertido en millonarios (con dudosa licitud), disfrutan de una vida que les niega la libertad de volver a su país de amaparos por la justicia. Tampoco les importa mucho, sea dicho de paso.