¿Alguien sabe qué es el miedo? Yo, no. Aquello que a unos aterra, en otros provoca bostezo. El miedo es un estado de ánimo, una puerta hacia la curiosidad abierta bruscamente y, sobre todo, una reacción ante lo inesperado. Es normal que cuando se hable de cine espeluznante se visualicen cabezas cortadas, sangre desbordada o silencios persecutorios al estilo de
Halloween. Pocas veces identificamos al terror como fenómeno cotidiano: un compañero de viaje tan ausente como presente.
El recuerdo de Neil Jordan se acerca a
Entrevista con el vampiro más entusiasmado que aterrado. El regreso a la gran pantalla le ha proporcionado el sosiego necesario para recrearse en incomodidades fóbicas. Lo nuevo del director irlandés es un cuento adulto, un experimento casero que, lejos de sorprender, se conforma con la resolución del conflicto por la vía cómoda del final fácil. Da cancha a la soledad mientras un maternalismo perverso envuelve todo con su egoísmo disparatado. La interpretación del pavor, con
La viuda, se nutre de la simplicidad sofisticada en un ejercicio de quietud neurótica. Su alma arácnida camina segura sobre una cuerda floja tensada por la cercanía del psicópata que saludamos a diario. Las grandes ciudades hacen de madrigueras perfectas para el anonimato.