La infancia tiene el poder de asustar al terror con la inocencia de cerrar los ojos y contar de cero hasta cinco despacio. De mayores no queremos abrir los ojos y algunos directores de cine, inmersos en su propia fantasía, crean zurullos que intentan tapar con el tenebrismo mental patoso y atolondrado. Bienvenidos a la fase de la imaginación retorcida que hace cine con forma de rosco psicodélico. Léanse estas palabras como sinopsis condescendiente de
Ánimas, película que busca aportar al miedo esa careta de entidad adulta combinando angustia y conflicto. Los realizadores Laura Alvea y José F. Ortuño se sienten camaradas del susto hitchconiano al copiar, de mala manera, la escena memorable en la que
Lila Crane hace de la ducha un canto al pánico indefenso en Psicosis. Norman Bates se partiría de risa elogiando a
Scary Movie. La imagen cutre que proyecta
Ánimas elimina la fuerza del sobresalto. Es un viaje alucinógeno a través de un mundo oscuro y con efectos especiales como reclamo para atraer una atención que se pierde desde los primeros planos.