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EL DÍA A DÍA DE BRITT-MARIE
Película La nueva vida de Britt-Marie
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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La música country introduce un aire vaquero sospechoso que pronto se desvanece gracias a la foto de hogar europeo con jardín. Los pensamientos de una mujer activa, e hierática, son tan sinceros que desvelan mundos de sospecha inequívoca. El rigor nórdico que representa Britt-Marie nada tiene que ver con el calor mediterráneo. La morada de su matrimonio es una caja de muñecas amueblada por el orden y la limpieza. La rutina da paz, la monotonía crea seguridad. Esa continuidad responde a una mente germánica cuadriculada con las personas ubicadas en el espacio doméstico. Tanta pulcritud de andar por casa divierte con agobio de telenovela. Es la esposa buena que va al mercado, tiene preparada la cena y se ciñe a tareas asignadas por tradición social. Mientras uno hace negocios fuera del cascarón conviviente, ella es la responsable de sostener su esqueleto. El contacto se reduce a una cena rápida y distante. El fútbol inicia esa digestión egoísta propia de residencia con babuchas y sillón. Lo triste no pretende crear dramas aunque su tranquilidad es más amarga que el estallido nervioso. La flema nórdica envuelve un sentimiento profundo, el amor.
La incomunicación de la pareja contemplada desde el otro lado de la ventana hace replantearse la convivencia y, a pesar de que todo siga igual, algo está cambiando. No hay que provocar terremotos para originar rupturas. Muchas veces, se encuentra lo que no se busca ni se pretende descubrir. El camino a ninguna parte está sembrado, sólo hay que explorarlo para descubrir su dirección. Los imprevistos sirven para aprender a tratar las debilidades del otro. La acidez resbala con naturalidad. La vida es un mueble forrado de apariencias bajo el que se amontona el polvo. El escondite se convierte en refugio mientras nadie lo descubra. El momento de dejar la escoba plantea un borrón y cuenta nueva.
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El trabajo nuevo comienza otra etapa. La edad es un impedimento que, a veces, encuentra su recompensa alejada del mundo civilizado como ocurría con Profesor en Groenlandia. La localización tiene referencias tenísticas: Borg. El balompié vuelve a cruzarse en el camino de Britt-Marie, ahora con intenciones docentes, pasando de la incomprensión al desafío original. El entorno que la acoge es una guarida donde el caos huele a sudor desordenado. Por vez primera, sus dotes de limpiadora casera contribuyen a algo más que mantener una habitación desinfectada.
El interés por un mundo desconocido entra despacio, sin heroicidades. El empeño de unos niños encuentra trabas burocráticas como parte del mundo adulto. El estropajo descubre la diferenciación cultural entre garabatos, tags y grafitis. El orgullo está por encima del torneo y la productividad del grupo. |
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El semblante siempre serio de una mujer circunspecta analiza el fútbol, poco a poco, con curiosidad, sin apartarse de una lista escrita con más cabeza que corazón. Las sonrisas, como si les costaran aflorar, aparecen minúsculas. La infancia se recuerda por momentos reviviendo inocencia. También queda tiempo para recepciones con sabor a mermelada de frambuesa y arándano que endulzan un contacto inicial de final previsible. Se crea un ambiente familiar, divertido, de campamento; Brigitte-Marie es una entrenadora materna. Saborea la doble cara del amor ante el desengaño y la conquista. Ha llegado el momento para realizarse, quizás.
El equilibrio y asepsia responden a la necesidad de olvidar el pasado. La ilusión, las dudas, la inestabilidad, el carácter esquivo de algunas personas, su razonamiento posterior, romper con una infidelidad, la soledad que los años acarrean, la falta de metas, la aceptación del hábito, su facilidad acomodaticia forman causa común para vivir un juego en el que todos ganan. |
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La complejidad de la protagonista está en su horizontalidad sentimental hasta que recibe flechas. Los gestos comunes dinamizan una película uniforme, templada en un dramatismo cotidiano. Los gestos comunes hablan sin palabras a través de miradas vacías, sin pestañear, con sorpresas de adultos maduros e irreflexivos. La fotografía sencilla se aleja de la sorpresa visual, más realista que sorprendente, armonizada con diálogos sencillos. El final no busca la precipitación y deja abierta una puerta a la esperanza. La nueva vida de Britt-Marie no renuncia a luchar por los ideales hasta que la alegría sea una celebración. Las personas son prescindibles; los sueños, no. |
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Texto: www.photomusik.com
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