Hay naciones olvidadas por las fronteras de la civilización que, durante horas, se convierten en centro del mundo: centro de operaciones políticas y militares; avispero de ofensivas terroristas; corazón de revoluciones dirigidas a conseguir una independencia hasta ahora no encontrada. Centro de la inercia humana.
Yibuti, además de ser la última colonia a francesa en África, es uno de estos países arrinconados que, de repente, se convierten en teatro de operaciones antiterroristas a través de trabajos camuflados con el mayor de los secretismos. En 1976, un motín minoritario se deja guiar por la cólera libertadora a través del secuestro. Las primeras víctimas convertidas en rehenes son la población menos culpable: los niños.
Cuando el gobierno francés tiene que limpiar la basura que lo infecta, la política de la inteligencia militar recurre al servicio 24 horas de las fuerzas especiales que trabajan de incógnito. Son robots, trabajadores en la sombra, que en todo momento están dispuestos a solucionar problemas insalvables. El director
Fred Grivoisplantea un viaje desde Francia hasta el África salvaje. Las fuerzas radicales, que emergen en forma de corpúsculos sectoriales, no buscan negociaciones sino que usan a las personas como escudos humanos para lograr sus fines.
Francotiradores de élite se pone en la primera línea de fuego, hasta ahora desértica, esperando órdenes del mando superior inoperante en todo momento. Nace el
GIGN, cuerpo de fuerzas especiales hasta ahora encubierto. El suspense crece en
La intervención golpe de segundero que va descontando minutos con tranquilidad nerviosa. La eficacia del plano cenital perfila la frontera entre rebeldes arcaicos y el soldado sofisticado, la acción y la espera. Los sicarios del gobierno galo se exhiben como lagartijas al sol abrasándose entre impaciencia metódica.