Mientras esta Pipi Calzaslargas moderna añora la presencia de un padre que murió entre paisajes aventureros, Sam se entrena para aceptar la soledad como un adulto responsable y sin bandera pirata. Ambos construyen un mundo que no busca la iniciación a la madurez sino disfrutar del momento porque lo merece. El aperturismo inicial de Tess sorprende con una personalidad opaca que hace insignia de lo desconcertante. La afabilidad inicial se viste de interés comprensible que no quiere explicar a Sam provocando la confusión. Los acontecimientos terminan por derrumbar su interior frágil. Esta endeblez no acepta la decepción posible ante su final de cuento.
Steven Wouterlood cuida el calor infantil de una película que relaja sin importar que el guion esté manido. Hace una largometraje tranquilo con momentos para sentirse un poco triste. La aventura playera toca los recuerdos, la esperanza, la inocencia y la indecisión donde el final previsible no es una masa pastelera agrumada a pesar de que se escriba con frases conocidas pero bonitas. |