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EL CINEASTA EN BUSCA DE LA COMPLICIDAD
Taller Silence, ça tourne
Costa-Gavras, el tablero de ajedrez de los asuntos políticos
J. G.
(Madrid,
España)
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El compromiso político sin llegar a la militancia defiende la esencia del cine realizado por Konstantinos Gavras, más conocido como Costa-Gavras. A pesar de que sus películas contienen un grado alto de investigación y suspense, no renuncian a la ficción ni al drama sentimental. La temporada cultural que el Instituto Francés dedica a Europa se fija en una filmografía disidente francófono. La misión del director, según las películas analizadas, pivota en la discrepancia que adopta un punto crítico a escala global.
Hablar de Costa-Gavras, francés de adopción como la belga Agnès Varda, es adentrarse en medio siglo de cine. La constancia por recuperar un ayer incómodo y avasallador propicia ambientes molestos. Busca al espectador adulto, independiente, preocupado por la evolución social de un entorno poliédrico contrario al maniqueísmo. En los años 50 viaja hasta a París para formarse en el IDEC. Su incursión en el séptimo arte se produce como ayudante de dirección de René Clément. Durante el rodaje de El día y la hora conoce a Simone Signoret e Yves Montand para acompañarlos en su salto a la dirección con Los raíles de la muerte (1965); el misterio y la impronta policiaca despuntarán como signos identificativos de su producción. |
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Floreal Peleato, autor del documental La mano azul (2009) así como del libro de relatos Siete voces (Premio Rafael González Castell, 2009), condujo la trayectoria del director franco-griego por siete títulos representativos de su trabajo a través de la charla participativa Costa-Gavras, el tablero de ajedrez de los asuntos políticos.
Yves Montand, acompañado por Irene Papas y Jean-Louis Trintignant, vuelve a unirse a un proyecto de Costa-Gavras con Z (1969). La novela de Vassili Vassilikos cuenta con el guion adaptado de Jorge Semprún, música de Mikis Theodorakis e imagen de Raoul Coutard, cámara habitual de Jean-Luc Godard. El tercer largometraje de Costa-Gavras inaugura una partida que, con intención reflexiva, entre el impacto del crimen político y la intención del gobernante.
El golpe de Estado de los Coroneles en Grecia se retrata con fidelidad denunciante e interpretación cáustica. A partir de 1967, el país es una cárcel instaurada por los militares; la interpretación abierta de Costa-Gavras aumenta su incógnita; Yves Montand levanta ampollas y trae esperanzas. El poder manipula la verdad al fingir el asesinato convertido en accidente. El ideario presentado como islote reducionista es clave en Z, Oscar al mejor guión y montaje. Se abre la lucha contra los ismos nacientes convertidos en lacra molesta para el régimen conservador heleno. ¿Hasta dónde puede poner límites el Gobierno? ¿Desde cuándo el hombre tiene derecho a alzarse? |
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El cine político enclavado en Sudamérica encuentra un caladero fecundo en los ambientes corruptos y totalitarios con Estado de sitio (1972). La solvencia de actores como el incombustible Yves Montand, Renato Salvatori ( Z, Rocco y sus hermanos, de Visconti), Enrique Heine o Jacques Weber se une a la solidez del guion apadrinado de Franco Solinas ( La batalla de Argel, Gillo Pontecorvo). La guerrilla urbana del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaroserra planta cara a un Estado dictatorial dirigido por la CIA como lo fue el uruguayo de 1973 de Juan María Bordaberry.
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La ambientación es crucial en la trama intrigante de Missing (1982), Palma de Oro en el Festival de Cannes y Oscar al Mejor guión adaptado ese mismo año. La incertidumbre estrangula hasta la asfixia ejecutada con mentiras burocráticas. Jack Lemmon, en el papel de Ed Horman, aparece como defensor del american way of life frente a la política de bloques; está a punto de ser devorado por una legalidad enferma que despacha al ciudadano con un vuelva usted mañana frívolo. Encarna la ingenuidad y angustia de un padre ante la desaparición misteriosa de su hijo en un escenario sin definir asociado a un Chile pinochetista tras la defenestración de Salvador Allende. La soledad de Horman visibiliza al ciudadano convertido en marioneta, atrapado ante un entramado imposible de romper. Su vacío topa con el poder de las instituciones conduciéndolo por un callejón sin salida. |
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Las películas de Costa-Gavras sirven de altavoz para secretos oscuros y descubrimientos dolorosos. El peso de Jessica Lange, junto a Armin Mueller-Stahl (Promesas del Este, Ángeles y Demonios, Leningrado), impulsa a La caja de música (1989) hacia una tensión judicial y familiar. La aparición en un segundo plano lujoso de Donald Moffat se amolda al presente con la misma rectitud camaleónica que lo hace el protagonista de Caso Murer: El carnicero de Vilnius o el propio Armin. Esta escalera de caracol con final trágico fuerza una mirada frontal entre la justicia universal y el peso del corazón. El impacto emocional que causa en el espectador no es mayor que el experimentado por su guionista, el inmigrante húngaro Joe Eszterhas, al descubrir el pasado nazi de su padre, acusado de graves delitos antisemitas durante la Segunda Guerra Mundial. La caja de música y Mad City (1997) poseen una trayectoria dramática similar a Missing. |
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La creatividad de Costa-Gavras se sustenta en material literario ajeno. El dramaturgo alemán Rolf Hochhuth sirve de inspiración para que Amen (2002) escarbe en la pasividad vaticana frente a los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial. La polémica servida se pregunta sobre nuestra capacidad para convivir con las ratas en el sótano de su sociedad. Pone el dedo en la hipocresía que apoyaba al nazismo; quita el velo al confort peligroso que Roma alentaba en la Europa colaboracionista.
El compromiso de una evolución que observa el ciclo de los tiempos muestra a un realizador con intereses novedosos. Los vientos nuevos le impulsan a afirmar que ‹‹El dinero no es una ideología sino una religión››. La voracidad económica irrumpe violentamente y en 2005 surge Arcadia, la historia de un hombre tranquilo que se enfrenta a la expulsión del mercado laboral La vida es una lucha sin cuartel de intención maquiavélica con rasgos de comedia negra gracias a la empresa Arcadia. El ser humano es expulsado del mercado laboral.
El capital antepone el poder del accionariado, sus dirigentes, para que el espíritu de El Gatopardo se imponga como divisa inmortal. El hombre comedido en la sombra se mimetiza en carnívoro devorador sin escrúpulos que vive por y para la especulación monetaria mientras destroza a las personas. Costa-Gavras juega con el tiempo mientras pone los errores humanos, y sus secuaces, en un espacio avinagrado de presencia imborrable. |
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