El esfuerzo y el interés por construir una película se merece todo el respeto pero cuando el resultado es tan cutre como
El increíble finde menguante: o lloras de pena o ríes como terapia masoquista. Esta píldora de laboratorio casero es química adulterada llena de conservantes y colorantes sintéticos, un canto al morfema privativo de agudeza y consideración: in-digerible, in-trascendente, in-soportable, in-sano, in-consistente, inútil e iM-perdonable. Se contenta con repetir de forma seudometafísica un bucle ridículo, agotador de principio a fin, mientras piensas en cortarte las venas como salvación al martirio o dejarte llevar por una muerte deseada. La ópera prima de Jon Mikel Caballero como director de largometrajes, centrada en la intencionalidad enfermiza del rizo pretencioso, cautivará a los yonquis del Paracetamol. ¿El director habrá querido versionar
Atrapado en el tiempo con sabor a españolismo cateto de cuántica original, tortilla de atún y calimocho incluidos? Su experimento de parvulario es un candidato serio al triunfo en los
Premios Godoy, la crema del peor séptimo arte ibérico.