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¡SÍ, CHEF!
Película La brigada de la cocina
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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La gastronomía da juego en la gran pantalla. Desde El festín de Babette hasta Chocolat muchas han sido las películas interesadas en una temática que se inclina más por el aspecto alegre de la comida que el dramático. El director Louis-Julien Petit sigue con el cine social que presentó en Las invisibles. De nuevo, los menos favorecidos o los más desclasados de la sociedad francesa se convierten en el centro de una narrativa coral aplicable al mundo globalizado. El ambiente de los fogones muestra su glamur y su lado más abandonado conectados por Cathy, sobre quien flota un entramado que aúna diversión y amargura. Ella concentra el orgullo de ser alguien en la profesión, la ilusión autodidacta, la capacidad de aprender, las ganas de aportar un toque personal a su trabajo. El respeto absoluto a la jerarquía laboral imposibilita la creatividad por acertada que sea. Esta forma de esclavitud le hace morder el polvo de una tiranía corporativa. La consciencia de su talento le lleva a saltarse esa escala de mando. Las ganas de venganza tienen aroma de vinagre balsámico en una mujer entregada a los pucheros.
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El orgullo personal prefiere renunciar a la posición privilegiada que la cocina de autor proporciona para acercar su paladar exquisito a las labores culinarias en un albergue para inmigrantes. El destino nuevo describe el limbo en el que jóvenes sin papeles han caído. La burocracia los aparca en centros donde labrarse un futuro resulta imposible. El choque cultural se percibe en la diferenciación étnica, se cobija bajo el paraguas de una tutela que no desestima la deportación. Los chavales viven de ilusiones que pasan por firmar un contrato en un equipo de fútbol sin que las ilusiones intelectuales afloren por alguna parte. Se alejan del estereotipo portador de traumas u odio. No les falta soledad. Más bien, son unos benditos esperando que alguien guíe un camino perdido.
Cathy Marie hace del horno y los hervores algo más que un lugar de trabajo. Su mano profundiza en la integración donde cada uno aporta su cultura a través de la manduca. Sirve de lazo para acercar naciones. Es capaz de despertar el gusto hacia lo bien condimentado. La entrega de una mujer con pasado desconocido, siempre vinculado al yantar, encuentra la materia prima de esa juventud que necesita estímulo para desarrollar un potencial desconocido. Las reglas de juego que sugiere en el equipo nuevo son cercanas. La disciplina explicada con el símil futbolístico no impone pero tampoco permite bajar la guardia. La comedia se desarrolla con hambre de sátira política, crítica, de emoción humana que persigue sueños. El entorno anima a querer comenzar fregando platos para llegar a ser dueño de un restaurante. |
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El fenómeno televisivo de los cocineros multimedia no se aleja de un argumento escrito para ellos. La falta de tensión dramática y de interiorización individual no hacen del largometraje un plato redondo. ¿Acaso lo necesita para gustar al público heterogéneo? Funciona como un todo ensamblado con buenos productos y manos trabajadoras. La mujer centrada en su éxito profesional se entrega al triunfo volcado en los demás. Las buenas intenciones y la voluntad emulsionadas con aroma de cocina deconstructiva crean sus recetas originales donde la revancha se palpa. La relación entre Cathy y el gerencia del centro, desempeñada por François Cluzet, se deja sin aliñar. La chispa de Sabine revolotea con una inocencia que, a veces, destaca por su valentía superior al resto de los implicados. Su presencia es un pellizco de ternura espolvoreado con virutas de chocolate sentimental. La brigada de la cocina es un condumio elaborado con ilusión donde la preparación del producto y el emplatado del guiso llevan el mismo mimo. |
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