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CINE Y ESPECTÁCULOS
CARTELERA CULTURAL
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TRAGEDIAS DEL DESPOTISMO
Película Tár


J. G.
(Madrid, España)

Tár
Ficha Técnica Video    
No hay ningún género de dudas: Tár es absorbente por su repetición en busca de fluidez que no encuentra. El drama de una mujer en la cúspide profesional, y desajustada personalmente, destroza los nervios a quien pueda aguantar más de dos horas y media monótonas con la Filarmónica de Berlín como sonido de fondo. Una experiencia que podría haber sido un tributo a Beethoven, Mahler o Edward Elgar se convierte en un desfile de soldados culturales que ponen a prueba las dotes innovadoras de una directora sentada en la cima del virtuosismo musical. Cincuenta minutos menos de metraje junto a un impacto más directo en la yugular de la acción y el corazón del entusiasmo no hubieran sobrado para culminar una partitura de notas perdidas en la planicie de un pentagrama caótico.
El inicio de Tár supone una invitación a la historia de la música clásica donde el papel de la mujer ha sido tan capital como silenciado. Además de las anteriores, otras figuras clave en este mundo de sonoridad mayúscula ser dan cita como Wilhelm Furtwängler y las referencias a su proceso de desnazificación o una reseña a la relación entre Daniel Barenboim y la violonchelista Jacqueline Du Pré en la London Symphony Orchestra o los comentarios sobre Anna Thorvaldsdóttir y el paisaje polifónico por parte de un aspirante a director de orquesta procedente del mundo violinista. Su reseña aporta momentos magnéticos para el musicólogo y quienes encuentren en este hallazgo una fuente de conocimiento. La llamada sobre la presencia benefactora de las finanzas judías en la filantropía cultural aporta matices interesantes a la naturaleza de sus intereses (pedagógicos, raciales, políticos, expansivos, crematísticos o desinteresados). El plano secuencia que se recrea en la entrevista inicial es un elogio de cámara donde el contenido de la conversación marca la pauta para disquisiciones que abren puertas a debates más profundos con la mujer de fondo. Los hechos que gravitan alrededor de Lydia Tár están llenos de poder e individualismo. Que la protagonista sea lesbiana carece de importancia excepto para el feminismo que quiera hacer del largometraje, marcado por la ficción, la bandera reivindicativa que muchos apoyamos. No representa el meollo de este hundimiento personal. El conflicto interno, reforzado por una comodidad material, desgrana desajustes emocionales que tuercen una personalidad equilibrada hipotéticamente.
 
Lydia Tár (Cate Blanchett) durante los ensayos en la Ópera de Berlín  
Sebastian Brix (Allan Corduner), el director asistente de la Filarmónica de Berlín, junto a Sharon Goodnow (Nina Hoss)

El tercer largo de Todd Field es un ejercicio de control unipersonal que supera la revancha femenil sobre lo masculino. La sensibilidad de Lydia Tár, a caballo entre lo artístico e intelectual, no entusiasma ni sosiega. Su temperamento está en contra de quienes se amoldan a lo establecido y discute contra aquellos que no aman el clasicismo de Johann Sebastian Bach por cuestiones enlazadas con misoginia del genio alemán en las relaciones de pareja. La charla con una persona persona BIPOC pangénica aparece como el momento más enérgico entre la erudita filarmónica y el aspirante a director más documentado sobre la vida machista del músico que acerca de su producción artística. Los guiños hacia la simpatía transgénero aparecen como si hubiera que hablar de ello para que una película fuera calificada de actual y con preocupaciones morales. Internet se convierte en la biblia de la información, capaz de modificar el perfil de las personas con malas intenciones en favor de una web oscura. La vida en la red fluye paralela al mundo real. El instante se estira con la intención de prolongar una intriga centrada en la decadencia humana. Este ambiente, que ha perdido originalidad, deja al descubierto su vileza canalizada a través de las nuevas tecnologías. La envergadura monologuista de Lydia Tár es uno de los fuertes con que este homenaje entrecomillado juega hábilmente. La culminación y caída de su figura endiosada por la prepotencia laboral no encuentra rival excepto el yo escondido. Su fortaleza expresiva está bien dirigida cinematográficamente, como directora musical se adhiere a los privilegios, la rivalidad y el despotismo de quien maneja las estrategias del dominio para resumir el espíritu general en la frase ‹‹esto no es una democracia››.

Francesca Lentini (Noémie Merlant) es asistenta personal de Lydia Tár  
Sharon Goodnow (Nina Hoss), compañera sentimental de Lydia

El rodaje se somete al culto por el tiempo inmóvil, llenos de tranquilidad y habilidad técnica. La dirección es elegante, acicalada por un vestuario que marca la diferencia de clase entre la protagonista y quienes la rodean. Los decorados minimalistas refuerzan la soledad de diseño que se respira. La banda sonora se aprecia como un canto al buen gusto. Algunas perlas sobre su apreciación por parte de Schopenhauer confortan un castillo de intelectualidad didáctica. Cate Blanchett y Todd Field mezclan habilidades con Richrad Wagner, Giuseppe Verdi o Dmitri Shostakovich escribiendo Apartment for Sale como aportación. La ferocidad acústica se impone a la potencia visual. La actriz australiana no puede levantar la pesadez narrativa cada vez más cargante aunque quiera redimir los errores pasados con su vuelta a la humildad de donde vino. El regreso a los infiernos aplaca la seguridad ficticia de una pieza prescindible para que el eco melódico siga sonando. El momento de purgar borracheras de autoritarismo ha llegado. El trabajo de la germana Nina Hoss y la francesa Noémi Merlant tiene mucho que decir como contrapunto a los desórdenes de Cate Blanchett. Sus interpretaciones dan calor humano a la deshumanización provocada por una frialdad empoderada. Tár sirve para analizar la capacidad destructiva de la soberbia, la aceptación obligada de los errores no reconocidos que conduce a seguir viva ante un público distinguido por otro tipo de predilecciones.

J. G.


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