La comedia esperpéntica que este ganso canadiense de 17 años, con semblante pijo-ario, ha realizado ante los medios de comunicación españoles (canales que, indirectamente, le dan de comer) sólo tiene un nombre: despropósito. Justin Bieber no ha quedado a la altura de lo que nos han vendido: una mega-estrella mediática. Piensa que quienes hoy te ensalzan, y engordan tu imagen, mañana pueden hundirte; tienen la llave para desvelar su personalidad más auténtica y construir mentiras sobre su sombra. Justin Bieber se ha encaramado al Olimpo de la fama pasajera que se cotiza en dólares.
En una entrevista adjunta a las fichas promocionales con las que te nutren empresas encargadas de explotar sus lindezas, el fenómeno Bieber afirma “... no me gusta hacer ni fotos ni prensa (risas), pero me encanta actuar para mis fans”. Como los grandes del chowbusiness, Justin Drew Bieber llegó con retraso a su reunión con los medios informativos, escoltado por el círculo de buitres que asesora su imagen. Unos cuarenta minutos hizo esperar a los fotógrafos, cámara en mano con los píxeles revolucionados debido a tanta expectación. Su llegada pasó delante de los flashes igual que un soplo meteórico, como un delincuente encapuchado; como la sombra de lo que es: un relámpago de luz momentánea. Debería aprende de Lady Gaga y su gen mutante, delicia del reportero, llena páginas de la actualidad cuché; y de los Backstreet Boys, conscientes de que no son nada sin la legión de fans que les secundan. ¿J B entenderá algún día que él tampoco es nada sin ellos? Mal empieza.
Como en la mejor de las comparecencias políticas, en donde esperas que el vocal de turno responda abiertamente al derecho periodístico de hacer preguntas incómodas, J B dio una clase magistral de oratoria concisa. El joven se limitó a escupir un lacónico “next question” sobre su demora. ¿Escupir o esculpir?... El subconsciente me ha jugado una mala pasada utilizando un verbo tan viperino para definir la educación de un pollastre vestido con pañales de marca, incapaz de distinguir entre la disculpa y la chulería. ¡Qué le vamos a hacer! Entiéndanse estas palabras como las de un hincha crítico que, sin estar pegado al culo de J B, espera una dedicatoria en su muro de Facebook.
Has querido ser estrella con tu juventud y te has estrellado con inmadurez. ¿Dónde está el encanto que despliegas en posters y pegatinas? Si, como dices en los camerinos de tu sucedáneo fílmico "Never Say Never", “no puedo defraudar a mis fans”, ¿por qué no lo aplicas con la prensa? Ojalá que Justin Bieber trate mejor a Selena Gómez, con quien hace pinitos amorosos en plan colegas para siempre.
¿Habrás llenado las arcas como para olvidar los buenos modales y enterrarlos en el cofre del triunfo oportunista?