Aunque el título despida connotaciones feministas, no es así. De hecho, esta crónica no trata sobre el empoderamiento femenino ni sobre la discriminación; tampoco quiere convertirse en apología de pensamientos que cada uno comparte desde el respeto en libertad. No. Hablamos de música, sencilla y profundamente. De una música llana, combativa, electrónica y mágica; con olor a carretera y desvelos, a sin sabores. El dúo Bleset tanto como The Grooves son mujeres que construyen sonidos mayúsculos, artistas que saben dar la talla en el escenario. Hoy, ante todo, ha sido una noche de grandes figuras musicales ensalzando un acervo cultural que se renueva constantemente.
La sala Caracol, con sus 25 años por montera, respira flamante, con la cara lavada. Bleset suena como una banda cargada de electrónica moderna. Su actuación comenzó escondida entre penumbras azules y un humo extraño que dibujaba sombras en la niebla de su presencia. Entre tanta oscuridad, sonaron transparentes. Defendieron un rock electrónico cantado en un inglés correcto y sobrado de ritmo. Su estilo, alimentado por sintetizadores, viste melodías bailonas, rápidas y enérgicas. Este ritmo pegadizo fue creciendo en pulsaciones hasta convertirse en una sesión de discoteca. Bleset, un dúo madrileño formado por Susana Alonso y Sara Burgo, se presenta en el panorama musical español con Real Fight, su primer disco: un LP co-producido por David Kano, cargado de electrónica y letras descaradas. Suenan a electro-disco del siglo XXI.
Llegó el turno a The Grooves, un grupo que no ha nacido ayer. Desde los primeros acordes, se ve una preparación que no se adquiere de la noche a la mañana. El rock habla entre guitarras mientras el liderazgo de María contagia una fuerza explosiva arrasadora: aporrea las cuerdas con el ceño fruncido, retando con la mirada a los sonidos que rasga. Es la furia del Blues cañero. Entre tanta fuerza pugilística, Hills se lo pasaba bomba con el saxo cantando fuera de micro ante la imposibilidad de reprimir lo que esas canciones representan para ella.
El quinteto íntegramente femenino vibra despierto sin ceñirse a moldes ni abandona la esencia roquera para mostrarse como músicos que sienten pasión por un trabajo. Sin ponerlas en un pedestal propio de las estatuas, enganchan con la primera nota y no te sueltan hasta que sus guitarras humeantes dejan de sonar en una noche caliente. The Grooves es una máquina de rock imparable que prefiere agotarse en el éxtasis. Estas mujeres guerreras manejan sin miedo dinamita musical y se merecen un hueco entre lo más selecto del rock nacional por su talento y tablas bien defendidas en este concierto.