Cuando se conoce la muerte de alguien querido, el gusanillo de la aflicción sacude el alma y la piel. Cuando se trata de un artista marcado por su humanidad, el sentimiento repercute como creador y persona. Pablo Milanés es el amigo presente en los momentos de alegría y tristeza a través de sus canciones. Al entrarme de esta muerte, escuchar su nombre fue una invitación a la vida. El optimismo me inundó desde las orejas hasta el corazón. La noticia del fallecimiento intensificó su presencia como una luz en el amanecer sombrío. Su música abrió puertas a una parte importante de la política, la cultura... de la sensibilidad y el arte. No me entristecí hasta que la noticia se convirtió en reflexión y fue entonces cuando una lágrima sin llanto se apoderó de mi voluntad. El conocimiento de su óbito fue un arrimo lógico a la naturaleza mortal de su destino. Algo así como aceptar lo que une en vez de lo que separa. Pablo Milanés forma parte del grupo selecto a quien la existencia le ha reportado más sabiduría que oscurantismo. Aquellos en quien la nostalgia es fruta madura que sabe a poesía. Aquellos que se enfrentan al envejecimiento sin alterar la mocedad de su ingenio creativo. Aquellos para quien recordar es riqueza. La pena no fue un lastre sino un motivo de encontrar belleza en su melodía. Hoy suena con fuerza volcánica y dulce. La muerte física no ha podido a su presencia espiritual. En vez de entristecernos por un desenlace inesperado, debemos agradecer su legado, sonreír por ello y disfrutar con él. Compartir su universalidad. Los gusanos o la incineración devorarán su cuerpo. A todos nos viene en el carné biológico.
Su voz permanece cristalina en el recuerdo como un eco de eternidad emocional que, día a día, se renueva. Pablo Milanés es un canto al viento, a los cabellos femeninos, a los nombres de mujer, a la belleza que los sentimientos cercanos despliegan, al preso, a la lucha por la libertad, a defender una idea sin insultar, a las antípodas de la parafernalia mediática. Pablo Milanés estuvo en primera línea de batalla con aportaciones intemporales, prefiriendo la resistencia a la derrota, el positivismo al abatimiento, el argumento a la sinrazón. Milanés no respira por la boca pero su contribución a la cultura y la sanidad mental generales sigue igual de enérgica. Escuchar su nombre fue la brisa limpia que me lavó la cara con un ímpetu poco conocido.
La muerte de Pablito, como le llamaban sus amigos cercanos, nos hace valorar un legado que se impone al tiempo. Uno de los fundadores de la Nueva Trova Cubana, junto a Silvio Rodríguez y Noel Nicola, se ha convertido en noticia sin quererlo. La intimidad de sus composiciones le ha arropado hasta el último aliento, tranquilo, feliz de la intensidad aprovechada. Por ello te envidio, amigo.
Un titán de la palabra y el ritmo ha dejado de respirar. El detrimento progresivo no ha podido ganar la batalla al cáncer que venía sufriendo. Pablo Milanés estará presente con sus acordes, sus textos, su mirada, esa sonrisa constante y la manera afable de entregarse al mundo. Los miedos se asustaban de esta barrera infranqueable para el mal humor. El recuerdo de Pablo Milanés no caduca. Su alma siempre vivirá entre los amantes de la belleza.
