Si algunas opiniones pensaban que el 28M se iba a producir una tormenta no estaban equivocadas. Pero pocos imaginaban que el fenómeno encontraría una multiplicidad tan inesperada y mucho menos se sospechó de su intensidad. La derrota nacional del PSOE quedó certificada con el triunfo demoledor del PP. En algunas autonomías pasó como un rodillo. Fue el huracán que arrasó con cualquier expectativa a favor y en contra. Los ganadores no estaban en condiciones de asimilar un éxito cuyas dimensiones eran más ideológicas que pragmáticas. Su tonelaje onírico dejó de ser una muletilla programática acariciada en mítines, pasillos y sueños. La derecha ha arrasado. Vox avanza con un empuje inesperado. Su candidata a la presidencia madrileña, Rocío Monasterio, dejó claro ese impulso a través del discurso populista el 24 de mayo. Caló, unido a factores de desmembramiento, en quienes el efecto de la palabra es más efectivo que la fuerza de su contenido. La emigración del apoyo a Ciudadanos le ha permitido escalar en la cima del poder. El migrante nacional es bienvenido a un redil que odia la mezcla de sangre racial y cultural en su patria, pero no política en sus filas. Mientras este ascenso se impone, el partido de Inés Arrimadas desaparece a golpe de votos fugados. ¿Habrá sido la consolidación zombi de su alternativa? Primer chaparrón.
Esta lluvia torrencial sorprende incluso a los negacionistas del cambio climático. El crecimiento de la ultraderecha española ejemplifica una transformación social hacia la polarización de extremos peligrosos. La victoria el PP no es sorpresa sino el hundimiento de Podemos y el brío de Vox metiendo cabeza en las instituciones. Este cambio atmosférico, ¿significa otra forma de generar ruido con caducidad?

Después de una noche dominada por el éxtasis y la decepción, horas después de conocer los resultados electorales, Pedro Sánchez, en calidad de presidente español, convoca elecciones generales para el 23 de julio. Todavía sin secarse el granizo de ayer, otro pedrisco sacude la política envuelta en resaca inesperada. El corrimiento de tierras puede aglutinar o separar más a la izquierda mientras PP y Vox agradecen el chaparrón. ¿La mayoría general del Partido Popular apartará el protagonismo de Abascal o su partido serán la llave de Granada para una reconquista anhelada? Acabamos de comprobar que los sueños se cumplen en España por muy ímprobos que a algunos les parezca. La ventaja de un pueblo democrático es su capacidad de sorprender. ¿Se grita lo mismo en las calles que en las urnas? ¿Quién sacude esta tormenta… o sólo es un vendaval fugaz? ¿El avance de la derecha aúpa su ligazón o favorece el poder del patrón sobre la marioneta? Cuestión de siglas. ¿La cercanía de la presidencia europea puede haber influido esta decisión? ¿Acaso responde a una maniobra para amargar un poco el champán en Génova?, ¿es una jugada maestra del perdedor, una manera de mantener junto al rebaño de la izquierda ante la somanta recibida sin dar tiempo a su dispersión? ¿Un órdago a quienes hacen del sanchismo la lacra a combatir? Para algunos, ¿será un tiro en el pie antes de que fusilen a Pedro Sánchez? Segundo chaparrón.

Igual que el Apóstol Pedro negó tres veces a Jesús en el sanedrín, el tercer chaparrón llega a Madrid en forma de precipitaciones torrenciales. Las calles se encharcaron hasta recogerse entre 10 y 30 litros de agua por metro cuadrado dependiendo de las zonas. Los coches hacían esquí acuático mientras deslizaban sus ruedas por un asfalto agradecido, resbaladizo como el suelo político. Este ha sido el único temporal con lavado de cara gratis bienvenido por todos. Para que Rocío Monasterio e Isabel Díaz Ayuso digan luego que la emergencia climática es una falacia.