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UNA OPCIÓN PERSONAL
Película "Las oficinas de Dios".
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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La revolución sexual de la mujer nació como un hijo ilegítimo parido en la clandestinidad. La virginidad y el matrimonio siguen estando ligados dentro de una sociedad marcada por condicionantes sexistas. Gracias a mujeres valientes, el sexo femenino está consiguiendo que la libertad de elección para traer o no la vida al mundo se convierta en una opción personal en vez de una obligación moral. En “Las oficinas de Dios” esa asesoría invita a reflexionar sobre la decisión en un momento confuso de sus vidas. Los casos que ilustra Claire Simon, su directora, son reales: sus protagonistas han tenido que pasar por el trance de lo inesperado o de una decisión amarga; también se han limitado a dejar seguir el tiempo conscientes de su postura.
Prestan una ayuda que estimula la decisión ante un estado que con facilidad se deja arrastrar por la subestima y manipulación. |
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La realidad fílmica de “Las oficinas de Dios” desgrana la desigualdad entre sexos, o deberé decir atenaza, con la intención de apartar el miedo que acecha a la libertad sexual. La película es un testimonio de primera mano, sin adornos, donde la trama la van construyendo sus protagonistas: mujeres anónimas que representan a una parcela demográfica apresada en el miedo. El grupo de terapeutas que dirige la Doctora Marianne se enfrenta a la sociedad de manera callada y efectiva; respetuoso -lo que más duele a sus detractores- e instruido en el arte de la orientación moral. Sin doctrinalismos, la opción es su herramienta y la información, un arma de combate que ofrecen en su centro de planificación. El entorno parisino, de paredes viejas y suelos de madera noble, reviven un ambiente burgués de antaño dentro de una comunidad que comparte su saber y su convivencia entre mujeres. Huele a clandestinidad alternativa. Por este laboratorio de experiencias, su consulta, hablan la experiencia de la madurez y el temor adolescente inexperto. Desinformación, la amenaza del repudio famililiar, el miedo y la decisión: eso es “Las oficinas de Dios”. |
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El hecho de que sus protagonistas no sean actores profesionales da color al fondo. De esta manera, no se ven obligados a actuar sino que cuentan su experiencia delante de una cámara sin falsedad. Aparecen los trapos sucios de una sociedad manca, mal educada sexualmente y repleta de tabúes.
La heterogeneidad de edades mantiene una sinceridad constante entre la torpeza de algunas descripciones y la brutalidad de sus palabras. Es aplastante, resplandece en carne viva.
La idea maltusiana de los nacimientos sólo visible desde la óptica emancipada se tambalea. El pánico al embarazo no deseado es mayor cuanto más joven; según la mujer es más madura, esa idea de vida nueva se encuentra más cerca del condicionante económico. Se delimita la marca entre el terreno personal, la responsabilidad familiar y las cargas económicas.
Ni sexo ni amor tienen porque estar ligados al nacimiento de un bebé. En entornos religiosos fundamentalistas la mujer es tratada como mercancía e intercambio familiar: casta y pura. La moral occidental peca de falsa tolerancia. La misión de la Doctora Marianne y sus colegas busca aclarar ese camino en las mentes confusas de adolescentes que desconocen su cuerpo, la madurez castigada y otra liberal. Planificación, familia, aborto, anticonceptivos, SIDA.
El valor testimonial se sobrepone a la plasticidad de unas caras asustadas. Los personajes reales se desconocen entre sí y forman una unidad donde todos tienen algo en común: la opción a traer una vida nueva o rechazarla. Libertad implica respeto mutuo; se ayuda a despejar la culpabilidad e insuflar responsabilidad en la vida. |
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Se vislumbra un documental fílmico concebido para ser escuchado y reflexionado en silencio. Es poso de aprendizaje sobre aquello que creemos tener dominado, o que nos han enseñado bien, pero sobre lo que somos grandes analfabetos: el derecho a la elección. |
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