La mente humana está llena de zonas oscuras. Son puntos negros dormidos, patrimonio de la Humanidad, que se despiertan en unos pocos. Todos somos asesinos potenciales. La desesperación aparece cuando vemos en la muerte al remedio que eliminará el mal que nos está torturando. Es la pugna entre las sociedad y el individuo, entre el orden y el odio, entre el culpable y quienes ponen nombre al castigo. La ley vuelca toda su furia, muchas veces, hacia el más débil/desprotegido.
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El asesinato existe cuando va unido a la premeditación y alevosía. ¿Dónde se separa el crimen del asesinato? Medicina y jurisprudencia nunca se pondrán de acuerdo a la hora de diferenciar entre el
homicidio consciente y una disociación psíquica (en ocasiones incurable). En base a estos argumentos, Ventura Durall ha realizado su primer proyecto cinematográfico. ”Las dos vidas de Andrés Rabadán” presenta la vida como una muerte progresiva en la figura de Àlex Brendemühl (Andrés Barragán). El Destino le ha llevado a ser prisionero de una tortura interna. El exterior ha creado el aislacionismo que respira, nosotros somos culpables de que exista.
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La mente de un asesino resulta más escalofriante cuando la vemos a través de dibujos. Es un arte terapéutico. Asustan por su violencia y sensibilidad. La tragedia, el amor, los fantasmas y las claves para espantarlos se encierran en ellos. ¿No es más positivo contemplarlos como un elemento liberador, en vez de sádico?
Los programas de rehabilitación resultan inúiles cuando su intención es borrar esas manifestaciones de la mente enferma. La desconfianza social se agudiza y la crisis interna se apoltrona en el conformismo. Rehabilitación no es sinónimo de castración.
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La violencia familiar es el germen de muchos males que indebidamente acusamos y de muchas torturas futuras que ganan a la razón. El presente es una sucesión de imágenes pasadas. El abuso necesita de un débil y un fuerte para sobrevivir, la familia es el caldo de cultivo apropiado para su crecimiento. El conflicto dentro de ella se genera cuando su estructura jerárquica sólo atiende a una voz. ¿Por qué esta forma de convivencia, cuya definición es imprecisa, siempre sale impune?; ¿por qué se acusa al individuo, no a la Institución?... Todos somos culpables al descargar nuestra ira contra quien es presa del despotismo externo. |
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El culpable tiene que pagar, pero antes hay que evaluar su grado de culpa, buscar si existe inductor en su acto y, con posterioridad, juzgarlo.
“Las dos vidas de Andrés Rabadán” pone en evidencia las lagunas existentes entre psiquiatría y leyes para llegar a un entendimiento. Lo que consiguen es crear más dolor y, peor aún, agrandar la zanja que separa ambos campos.
El espectador se convierte en juez y testigo; el debate queda abierto. El silencio político fomenta la confusión entre enfermo y asesino. |
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El mundo carcelario arrastra tras de sí un apellido violento. La cárcel es una zona de castigo más que de reforma.
La película de Ventura Durall escarba en el deseo y el entendimiento de culpabilidad e inocencia.
Se descubre una leccion vitalista que hace plantearnos lo que cada uno entendemos por amor.
La comprensión es algo que no se busca, a veces llega. El hecho de adentrarse en esa piel esquizoide va limando su impermeabilidad. El Sentimiento es más inteligente que la Ciencia y el Derecho. |
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“Las dos vidas de Andrés Rabadán” es un tratado psicológico
que no declara incompatible la enfermedad con la inteligencia, la simpatía y la sensibilidad. La vida del monstruo humano queda resumida en sonidos y dibujos que adoptan una postura respetuosa con el silencio. Las notas musicales se disfrazan de escapismo contra la opresión confinada. Hablamos de gamas tonales, de nieblas, de ilusiones, de alambradas. |
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La razón del inconsciente equizofrénico no es más que una prolongación sobredimensionada de nuestro comportamiento rutinario.
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