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LA MIRADA INQUIETANTE... Y FRÍA
Película "El hombre sin pasado".
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
Video |
Banda sonora |
Premios |
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Entrevista al director Jeong-beom Lee |
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Entrevista al actor Bin Won |
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El salvajismo de los bajos fondos se codea con la soledad de este ambiente infrahumano en una maestría épica. El vacío y el primitivismo de un entorno oscuro se apoderan del público como un secuestrador que no guarda rehenes para conseguir su finalidad: sobrecoger. La inexistencia de un guión original es el contrapunto a sus escenas feroces, alejadas de la violencia barata. Esto magnifica el valor de un hombre que no tiene pasado porque ha decidido olvidarlo. Vive el presente oscuro de la tacañería y el ostracismo ermitaño. La atmósfera sórdida de un mundo real magnifica la particularidad de “El hombre sin pasado”. El cine coreano de Jeong-beom Lee sabe convencer mezclando violencia con sentimiento. En Occidente se utilizan las pistolas, y todo lo que cause estruendo, para describir la capacidad destructiva del hombre; los orientales son más exquisitos a la hora de mostrarnos la muerte. Los cuchillos dan una lección de pelea limpia, que permite una defensa, como paso previo hacia la muerte. Si bien las balas conviven con armas blancas, éstas se rigen por un código de silencio efectivo. Exquisito y sangrante. |
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El sigilo de Cha Tae-shik (Bin Won) choca con la amistad imposible de una sociedad egocéntrica y mafiosa. Es un fantasma apresado en su memoria.
La aparición de la sencillez infantil, personificada en la niña Jeong So-mi (Sae-ron Kim), le hace tambalearse hasta tener que decidir por un bando. Su toma de postura va encontra de unos principios que le alejan de todo contacto humano. En la película se muestra la soledad del espíritu humano unida al conformismo de una vida sin problemas, de mero trámite. La dirección de Jeong-beom Lee mantiene la tensión, al comienzo indefinida, dentro de este laberinto; construye un Blade Runner basado en el presente, sin armas futuristas e impregnado de soledad. Pinta la apocalipsis del día a día en la sociedad coreana, difícil de entender para el occidental. Su película es atractiva e intrigante: misteriosa porque salta de la belleza lírica (“Poesía”) a la violencia extrema sin sentido (“The Yellow Sea”). Mantiene el tipo y va creciendo paso a paso. Cubre a los personajes de una maldad capaz de sacar su parte más feroz en un mundo corrupto que menosprecia al ser humano hasta considerarlo un despojo. La mafia de cabaret mezcla el hedor a striptease barriobajero y el silencio azulado de un hombre que surge entre la soledad de la supervivencia. Cha Tae-sik parece sufrir de fobia social. En el fondo, sus sentimientos experimentan un periodo de letargo voluntario (como si se tratara de un hikimori o un hacker); contraposición a una mafia gordinflona y macarra. Entre medias, se encuentra Jeong So-mi, una personita desprotegida y amigable que despierta a Cha Tae-sik. Su mundo deja de ser despoblado y rutinario. |
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Para la mafia, todo posee un valor económico susceptible de ser comercializado; la vida humana no se escapa. El robo de órganos es un nicho sin explotar. La búsqueda de su nueva amiga le conducirá hasta esta alcantarilla. La película muestra una evolución en los sentimientos de Cha Tae-sik, sin apartarse de una frialdad ejecutora. No es un justiciero pero busca justicia. Además de entretenida, “El hombre sin pasado” guarda una carga emotiva bien dosificada. El actor Bin Won maneja con soltura de pasarela la metamorfosis de su personaje.
Los remordimientos del recuerdo le han conducido hasta la crisis actual, sumido en el caos. Es un hombre que vive con la oscuridad de su pasado. La aparición de una niña, presencia luminosa, da sentido al camino ciego en que se había anclado. Cha Tae-sik lucha por la vida sin convertirse en matón implacable y victorioso; es humano, por lo tanto sensible, capaz de llorar y discernir la venganza de la justicia. |
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La película escapa del cliché espídico que rodea a estas producciones, resumidas en diálogo de golpes y peleas. No representa otra secuela de cuchilladas orientales. La sangre no aparece como elemento estrella.
La fotografía armónica equilibra la aspereza ambiental. Cada escena posee su localización, iluminada por el dinamismo protagonista: desde la dejadez hasta el deseo de encontrar a Jeong So-mi: ¿espejo de alguien a quién amó sin conocer?
La impactante profesionalidad de su director unida a la sólida interpretación de Bin Won convierten a “El hombre sin pasado” en una película de culto.
La emoción corre por las venas del espectador que no puede apartar su atención de la pantalla. Es un goteo de sorpresas que caen en forma de lágrima transparente y dibujando un río de sangre que fluye por el rostro humano. Se saborea una separación y un reencuentro; deliciosa violencia. |
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