Einstein, igual que Julio Verne en su imaginación, eran unos amantes de los viajes en el tiempo. El científico alemán distingue componentes espaciales y temporales en su teoría de la relatividad. El desplazamiento de los cuerpos en el marco de un espacio-tiempo plano dibuja la trayectoria de una relatividad restringida. "Código Fuente" sabe a franquicia de videojuego. Es un paisanaje abrupto de retardo temporal. Si bien "Moon" supuso el debut triunfal de Duncan Jones, su segunda cinta juguetea con la ciencia mientras encalla en una película de serie B. Los efectos especiales enlatan la acción, condicionando el guión; destruyen la magia del celuloide transportista. Contiene trampa visual en forma de moviola machacona desde el comienzo, apeando del vagón la angustia que desea transmitir. El verbo distraer se escribe como sinónimo de despistar.
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Los primeros pasos de "Código Fuente" se dejan querer con la amabilidad que ofrece un potro de tortura cuántico. Su repetición epiléptica convierte al comienzo en una esquizofrenia mareante que eclipsa cualquier claridad intencional. Los bombardeos repetitivos de la misma imagen te convierten en protagonista de una segunda "Naranja mecánica". Te sientes igual que Malcom McDowell dirigido por Kubrick, presa de la reconducción psicológica merced al tratamiento Ludovic. La acción intenta crear una rutina en la que el instante próximo se anticipe al presente para volver a quedarse atrapado en el tiempo. Jake Gyllenhaal es dirigido por un tubo ingrávido durante sesiones de terapia regresiva.
Tantas idas y venidas, lo convierten en promotor del transporte público.
El destino consigue tener su propio ADN. La genética matemática de este código experimental sirve para aprovechar los restos de la guerra. Se respira la química del logaritmo entre Jake Gyllenhaal (Colter Stevens) y Vera Farmiga (Colleen Goodwin). Confidencias de incubadora. |
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Se abre una nueva era en la lucha antiterrorista con "Código Fuente". Su finalidad guarda el secreto en una paranoia marcial que supera a "Soldado Universal". Ocho segundos separan la muerte física de la cerebral; tiempo suficiente para descubrir al asesino antes de que mate. El control de la vida neuronal es el nuevo paso en esta carrera armamentista. La originalidad del guión firmado por Ben Ripley se pierde en una presentación demasiado elaborada. El final muere en la vida. Duncan Jones cree en un producto futurista, de cómic.
La poca versatilidad de sus efectos especiales aburre cuando la repetición insiste en su reinicio. Rígida y tóxica; atropellada; "Código Fuente" es un thriller con visión de hamster solitario. Artificio que juega con la realidad, arma secreta destinada a abaratar costes en el Departamento de Defensa. ¿Solución al terrorismo?, no. Inteligencia artifial que busca arañar segundos a la muerte. El corazón humano juega vidas paralelas.
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Un viaje desaprovechado, de previsión comercial. El argumento llama a una claustrofobia que hubiera sido letal de haber caído en manos más serias. Es una anécdota ferroviaria que circula por andenes de ciencia ficción patriótica. |
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