Emily Blunt se estrena en la casa de Apatow con una comedia deslucida por su duración, con algún punto interesante: léase la química establecida con su pareja e reparto, andanzas, amoríos, separaciones que no llegan a convertirse en rupturas definitivas y enredos con nuevo aspecto. Jason Segel (Tom) y Emily Blunt (Violet), llevados por la dirección de Nicholas Stoller, desarrollan una comedia tan superficial cono pseudo divertida. Aceptable para la risa fácil, la que se escupe sin sentido o por mecánica repetitiva. Interesante aspecto para que los músculos risorios no se duerman si bien deja a una lado el trabajo de las conexiones neuronales. “Eternamente comprometidos” cumple para los no exigentes aunque por debajo se encuentra un hilo conductor interesante, y común, entre las personas que desean iniciar una vida en pareja; agrada si demandas diversión de fácil evanescencia y aburre en general.
El tema recurrente de las relaciones se salda con un toma y daca de comicidad improvisada junto a gotas de condescendencia y guiños a la realización profesional como meta primaria en la vida. Sin olvidar que nos encontramos ante un partido de tenis, primero amistoso, en el que la convivencia se nubla cuando este juego trastoca los planes comunes y tus propias expectativas. En el fondo, “Eternamente comprometidos” afirma que el matrimonio es una aventura durante la etapa previa al sellado del compromiso en la que hay que tragar más veces de las que uno supone. El tiempo (cinco años en la pantalla, dos horas ante la paciencia del espectador) se alarga en exceso para no contar algo original ante escenas repetidas que no captan la atención de quien las siga. Si este este aspecto no hubiera surgido, se hubiese quedado en comedia agradable. ¿Por qué prolongar la agonía de público y actor?... la vida prematrimonial no es tan complicada ni tan fácil. Los chistes fáciles y los tópicos americanos empañan la intención de agradar a una audiencia universal.
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