La moneda de la decisión se lanza al aire dibujando el recorrido que permite decidir si
La boda de mi ex es una comedia amarga o se trata de un entretenimiento irónico sobre las relaciones improvisadas. La antipatía destripa protagonistas que quieren caer simpáticos con diálogos insípidos. Son invitados egocéntricos, mensajeros del final previsible. El tratamiento particular del amor cierra el círculo con la importancia sobrevalorada de tortolitos repelentes. La química funciona entre nombres de éxito que aseguren la estabilidad de una película deforme.
Esta comedia de pelaje enervado reencuentra a dos estrellas con éxito de taquilla y renombre:
Keanu Reeves y Winona Ryder. Después de compartir cartel y algo más en
Drácula de Bram Stoker, son cometas que circulan llenos de combustión gaseosa al límite. Sus ataques de ira acercan posturas equidistantes y encuentran afinidades con un lenguaje surrealista. El resto del elenco es figuración pasajera. El azar invita a encontrar caminos a través de la experiencia compartida. Sus miserias alcanzan niveles terapéuticos. El enfrentamiento es la espera a una boda con sello de horterada americana. Todo es artificial y teatralizado.