El diagnóstico de una enfermedad terminal trastoca los planes a cualquiera.
Andrea Bræin Hovig reflejó en
Hope la aceptación de una mujer al enfrentarse a un cáncer de pulmón invasivo con estoicismo y frialdad inusuales. Un hombre maduro que toma la misma decisión exprimiendo sus últimos meses vivo es el hilo del que
Richard dice adiós tira para desmadejar su argumento. La afectación marca la pauta de un personaje inexpresivo que cambia el desconcierto enfadado por su lado libertino. Las etapas del enfermo incurable saborean el dolor y el gesto contenido que Johnny Depp maneja con precisión. El profesor de inglés, muy lejos de Robin Williams en
El club de los poetas muertos, se lanza a las clases informales que recubre de intención extraescolar. El docente conduce a sus discípulos por el camino socrático alejado de la moralidad. Bebe, fuma y se atiborra de marihuana en forma de pastelito, hace lo posible para que la continuidad no alborote la decisión de dejarse llevar, enseña a sus alumnos a saltarse el sistema, salda deudas con los momentos desperdiciados. Se refugia en la tranquilidad del secreto inconfesado mientras les aparta del pupitre. El espíritu de la
comedia americana universitaria asoma la cabeza sin dejarse llevar por el chiste fácil que toca de refilón y abandona inmediatamente. Este docente de estilo particular vehiculiza una situación dramática en la que vida y muerte afrontan un diálogo divertido y trágico. El actor de Kentucky se enfrenta consigo mismo en un papel notable de emoción contenida. La seriedad que se espera recibir es maltratada por la ironía académica que extiende cuando se pone serio.