“Todo va bien” –dijo Pablo al iniciar el concierto. Parte de los asistentes no estaba de acuerdo. “Todo va bien” –comenzó– y todo fue bien, aunque no tenía visos: inciertos escalones en la casi tenebrosa oscuridad, transmutación de localidades sin magia harry-potteriana, duplicidad de asientos, toma al asalto de cualquier lugar... El caos parecía dispuesto a instalarse en el concierto del desconcierto, pero Milanés dijo: “Todo va bien”; y todo fue bien.
Así comenzó su primera canción. Voz de plata que en el alambique de su garganta pasó por registros de cobre para llegar hecha oro a los oídos de la sala.
"
Si ella me faltara alguna vez nadie me podría acompañar". No, Pablo, nadie podría contar como tú esa sensación de pérdida, toda la orfandad que dejas hasta el final de la canción.
"Si me faltaras, no voy a morirme, pero si muero quiero que sea contigo",
Yolanda.
Media docena de canciones sabidas abren paso a una retirada. Sus piernas le traicionan; ahora menos que antes (veintidós operaciones han hecho la mejoría). Camina bamboleante. De conformar optimista, sólo él disfruta la diferencia.
Queda solo Chucho, perdido en la inmensidad esteparia del escenario. Abrazado a su piano, con notas claras de agua, hace llegar, fertilizante, la imagen nítida de Caridad Amaro.
Un chaparrón de sonido se desata en
Habanera, mientras Ernesto Lecuona arriba, torrencial, en un tema rápido y virtuosista. Chucho, el maestro "llovedor", hace gala de la agilidad de sus manos que riegan afanosamente las teclas.
Regresa Pablo con su andar renqueante.
Encaramado en el alto asiento retoma el concierto
En un desgranar de canciones, pasamos, con el jazz y la trova, por sociedad, amor, desamor, madre, hijo, idiosincrasia, dolor, pena, comprensión... POESÍA.
"Mary" : "No me hagas nacer para que mueras más... Prueba que vivir no es una maldición".
"Días de otoño" : "De amor nadie se va a morir".
"Distancias" : "Cuando te vas todo se queda intacto aquí".
"Ya no me puedo permitir hacer un daño más". "Para qué ".
A su hijo menor "Antonio" : "Si yo pudiera hacerte más feliz... Si yo pudiera darte más ya no te haría feliz".
"Cita" : "La poca estima regresa a mi intimidad... El futuro como siempre me augura: no vendrás".
A la madre de Chucho, con música del hijo y letra del mendigo de amor: "Quiéreme un poco también... Quiéreme un poco, "Pilar".
"Nadie dice adiós para olvidar". "Orgullo".
Una canción dedicada a si mismo: "Recuento". "Si hago un recuento de las veces que he sido feliz... Le cantaría a la oportunidad de verme sonreír".
A la capacidad del cubano de convertir todo en "Choteo", en baciata:
"Con esa gracia que me conmueve
Logra el cubano sin claudicar
Cambiar el llanto por esa risa
Que nos va a inmortalizar".
Desciende Pablo la banqueta; abandona Chucho el piano. Aproximan sus hombros; Quijote y Sancho tras la liza en común. Sin mirarse se intuyen. Juntos se inclinan, saludan. Saludan y se inclinan en un tiempo de interminables aplausos. Atienden el fin con una sencilla actitud de espera. Nada de divismo; todo simplicidad y modestia.
Desaparecen tras el telón para no aparecer si no tras varios minutos de palmas y muchos "otra, otra"; más sencillos, más tímidos aún, como temerosos de su propio reconocimiento. Ni un gesto de orgullo, ni una sonrisa de engreimiento; no un levantar de brazos o una mirada cómplice admitiendo su éxito.
De nuevo en su lugar:
Y ahora tratar de conquistar
con vano afán ese tiempo perdido
que nos deja vencidos sin poder conocer
eso que llaman amor "Para vivir".
Y, con la enorme camisa haciendo gala de faldones en los que recoger todas las flores de abril, aquello de:
"¡De qué callada manera"
se me adentra usted sonriendo
como si fuera
la primavera!
(Yo, muriendo.)
Y de qué modo sutil
me derramó en la camisa
todas las flores de abril.
¿Quién le dijo que yo era
risa siempre, nunca llanto... ?
Pablo Milanés, Chucho Valdés: sois mi mas palpable certeza de que, en el escenario y tras el escenario, para nosotros y para vosotros, no hay risa siempre; también hay llanto.