Entrada a nuestra tienda
To our shop

flecha
Home

 
 
PHOTO

USIK

 

Buscador interno

Loading
pto

.MENÚ
.ZONA GRÁFICA

puntoConcierto 1
puntoConcierto 2
puntoConcierto 3
puntoConcierto 4
puntoRecuerdo 1
puntoRecuerdo 2
puntoBiografías
puntoPasaron
puntoReportajes
linea puntos
ZONA AL DÍA

puntoAgenda
linea puntosAgenda Clásica
linea puntosNoticias
linea puntosNovedades
linea puntos
.ZONA DE OPINIÓN
puntoPágina del Musinternauta
puntoEntrevistas
puntoFrases musicales
puntoCine y espectáculos
linea puntos
.ZONA DE CLÁSICA
linea puntosAgenda Clásica
linea puntosBiografías
linea puntos
.ZONA DE CONTACTO
puntoForo
puntoDe interés social
puntoEnlaces
puntoNewsletter
puntoTIENDA
linea puntos
.ZONA DE OCIO
linea puntosGraffitilandia
linea puntosAnecdotario
linea puntosChistes musicales
linea puntosLetras de canciones
linea puntosJuegos
linea puntosMúsica y salud
linea puntosRADIO
linea puntos
.ZONA DE DESCARGAS
puntoSalvapantallas
puntoProgramas
puntoTonos musicales

pto

 

 
 


 


LAS VOCES DEL SILENCIO

PALABRAS SOLIDARIAS
Histórico

 

SIN MIEDO NI NEURONAS
La reivindicación vandálica contra el cambio climático

JGS

Activistas de Futuro Vegatal pegan sus manos a las Majas de Goya para protestar contra el cambio climático
 

¿Por qué nos ensañamos con el arte de forma virulenta? ¿Su exhibición en museos puede resultar peligrosa para la obra? ¿Es más importante una vida mortal o una pintura? El inicio de una cruzada sufragista justificó el acuchillamiento de La Venus del Espejo, de Velázquez, en 1914. Tres años antes, el robo de La Gioconda, en Museo del Louvre, estuvo engalanado de audacia comparado con el asalto perpetrado por dos descerebrados contra las Majas de Goya en El Prado. La sensación de sorpresa y estupor embargó a sus visitantes al observar como dos sujetos pegaban las manos en los marcos fernandinos. Fue la manera con la que dos integrantes de Futuro Vegetal mostraron su miedo al caos climático que padecemos. Samuel y Alba pretendían llamar la atención más que concienciar sobre una preocupación inquietante. Sus manos de plantígrado se adosaron a las molduras formando parte de la historia negra del activismo ecologista. Si estos individuos han conseguido algo es que se hable de ellos, no como figuras respetables sino para abuchearlos. El peso de la Ley debe caer sobre sus personas sin miramientos: desde limpiar letrinas hasta la multa económica que supone la reparación material de este destrozo. Su grito es una llamada desesperada a la fractura entre política y cultura, un atropello a John Lennon. Son ganas de tocar las narices mientras apuñalan el derecho al enfado. Sacaron lo mejor de su incultura. El fin no justifica los medios y, por mucho que se intente convertir a Maquiavelo en vegano, la tesis del filósofo italiano aquí carece de sentido. No son maneras de alertar sobre la emergencia climática ni de protestar contra los desaguisados que la civilización hace en la Naturaleza. Su fuerza bruta está llena de barbarie trumpista y bolsonariana.
La intensidad desaforada de estos actos despista la atención sobre la próxima Conferencia de las Partes (COP27) para centrarse en lo que ellos priorizan: cambiarnos la dieta alimenticia y sustituir las subvenciones ganaderas por cultivos agrarios. Todo un reto político y económico que no debe afrontarse con escenas retrogradas. La calidad intelectual y artística de estos salvajes se define por sus dislates. Las declaraciones de Samuel, el activista portavoz, pidieron disculpas antes de pegarse a uno de los cuadros afectados. Sus palabras fueron: ‹‹Estoy aquí porque tengo pánico al cambio climático››. Se ahorcó en el titular noticioso.

Lo ocurrido en el Museo del Prado fue una afrenta a la Cultura que alteró el orden público. Las sentadas o los llamamientos que Greta Thumberg protagonizó en 2019 carecieron de metodología fundamentalista. Su impacto, admitiendo la existencia de una instrumentalización que el tiempo diagnosticará, se ajustaba al perfil de denunciante cívico. ¿Y luego? Muchos ciudadanos anónimos, sin apoyo organizativo ni periodístico, se han concienciado del problema ecológico con entereza aunque los gobiernos hayan desoído su sensibilización. No podemos olvidar que formamos parte de una sociedad industrializada, pero ¿se debe alentar la disgregación de la economía en un consumo vegetal excluyente de lo animal? Animales son quienes atentan contra un bien de interés cultural con actitudes que insultan nuestra herencia didáctica. Samuel y Alba, poniendo rostro a un colectivo basado en la desobediencia civil, dañaron la credibilidad del activismo sensato. Son menos proactivos y más circunstanciales que el movimiento Femen y su campaña de tetas fuera. Si el cambio climático asusta tanto a Samuel, le llamo a batallar contra las industrias que fabrican bebidas azucaradas en envases de reciclado difícil, contra los residuos plásticos. ¿Por qué no vamos a las playas a recoger la basura que los turistas desaprensivos olvidan en sus arenas? Al Gore, en la década de los 90 del siglo pasado, alertó sobre la subida de temperaturas en la Tierra y adelantó lo que estamos viviendo. Su llamada a la cordura no fue violenta ni ignorante. Siguiendo las observaciones de la ONU sobre este incremento, que no tiene intención de retroceder, han faltado condenas frente a la Oficina en España del Programa para los Asentamientos Humanos de Naciones Unidas (ONU-HABITAT). Los niveles de contaminación que dinamitan el Acuerdo de París han sido gestados por el primer mundo que ahora se asusta de su huella. Samuel, ¡pobre!, es una cabeza de turco con más corazón que seso.

El protagonismo mediático es una necesidad perentoria en chavales, y organizaciones, a quienes el arte les importa un bledo y confunden la reivindicación con el vandalismo. Respetando su filosofía vegetariana, exhiben una intelecto irracional, adscrito a la animalada. Son actores de una representación que confunde la militancia con la teatralidad callejera. Se creen héroes de la revolución mal entendida o sus instructores son poco pedagógicos. El arte se ataca porque representa al poder en la única manera de expresar su rabia contra las fuerzas que manipulan el mundo. El llamamiento a la reflexión quiere atrapar la atención durante horas con formas vomitivas. ¿Acabarán acusando a Goya de sátiro machista, explotador del cuerpo femenino?

Los arrebatos de indignación desesperada no van a frenar el daño mundial. Los partidos políticos no los verán como modelos en los que inspirarse para revertir la cuenta atrás. La conciencia de estos movimientos desestabilizadores, además de atraer miradas, induce a la culpabilidad medioambiental echando lodo sobre la sensatez reformadora. Su cabreo busca soluciones de manera troglodita fomentando el todo vale, sobrestimando al gamberrismo que persigue inmediatez. ¡Ojalá que mi pesimismo se equivoque! Just Stop Oil ha vertido salsa de tomate contra Los girasoles, de Van Gogh, en la National Gallery londinense con el grito ‹‹¿Qué tiene más valor, el arte o la vida?›› cuando no entienden que son términos complementarios. Lo preocupante es que estos actos se pueden convertir en una moda exportable a generaciones venideras. ¿El ataque a la obra de arte es el vehículo idóneo para canalizar las demandas de corpúsculos preocupados por el desastre ecológico? ¿Cómo pueden reclamar justicia para todos cuando sus actuaciones avasallan un patrimonio universal? Estos suicidas del ecologismo perturbador denuncian una realidad preocupante a través de métodos ultracretinos, recalientan el planeta en vez de proteger lo poco genuino que le queda: la belleza pictórica.

 


JGS

La revista Photomusik no se hace responsable de las opiniones de sus colaboradores expuestas en esta sección.
<< 2021        < anterior          siguiente >       2023 >>  

© Copyright Photomusik.com