La idea de este nuevo enfoque sobre los hombres lobo no es mala; resulta original por salirse del guión establecido. Adiós a las estacas, los efectismos que se transforman en licantropía asesina, la sangre chorreante y tantas otros recursos manidos.
“Lobos de Arga” parte con un enfoque insólito, introduciendo la figura del hombre lobo en el surrealismo de una comedia alocada. Intresante es la introducción en formato cómic que, más allá de lo que cuenta, resulta atractiva para enganchar con el resto de la película. Las imágenes, entre la narración tradicional y su lectura digital, mezclan lascivia (
El Víbora), castillos, sexo, deseo reproductor y continuidad biológica femeninas, el mundo cíngaro y la venganza final dibujada en acción caricaturizada. Lo que viene después, decae por su propio peso. Sin menospreciar a nadie, no se trata de una película destinada al público inteligente sino al que busca pasar el rato pensando en la evasión más terrenal. Tras esta pintoresca introducción, nos adentramos en un mundo a caballo entre crónicas de un pueblo y sobresaltos infantiles.
Adiós a la sensatez hilarante, bienvenido al despararme lingüístico que intenta crear risa. Penoso giro de imaginería retorcida cuyo fin es no conducir a nada.
El protagonismo dado al papel ejecutado por Gorka Otxoa (Tomás Mariño) despliega un humor aburrido, neurótico y de fácil olvido. Galicia, durante ciento dos minutos, no es una tierra de meigas para convertirse en paraíso de la licantropía más absurda.