En los años setenta del siglo pasado, un lugar apartado de las Islas Canarias parecía ser el único rescoldo de vida existente sobre la tierra. El ambiente solitario describe un paraíso para una familia que ha decidido criarse en soledad. La convivencia cercana es vigilada por Rosa y Emilio, aislada del mundo en este oasis donde la armonía y la estabilidad reinaban dentro de un aislamiento dominado por el instinto de protección. La felicidad se establece como motor de un universo donde nada malo podía cruzarse en sus caminos, dentro de un entorno demasiado bueno para que durara eternamente. Muchos veces, esa alegría alberga secretos conocidos por la minoría que gobierna esta isla. Los acontecimientos posteriores trasforman esa tranquilidad. La casa entre los cactus es una película donde el equilibrio y suspense posterior se verán las caras. La paz alcanza cotas de batalla intensa con el clan casero como bastión al que proteger. |
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La aparición de un extraño, salido de la nada entre la espesura boscosa que lo ha despistado, le convierte en elemento desestabilizador de este jardín idílico. Su llegada produce curiosidad en las hijas que desean acoger a este sujeto como elemento interesante venido de otro planeta. Esta intención choca con el interés precipitado de un padre para que abandone el nido familiar teje el comienzo de una historia donde el ocultamiento es el hilo conductor del suspense posterior. Las niñas responden a nombres florales como Lis, Iris, Melisa, Lila y Dalia. La metáfora es el habitante invisible que engaña con su belleza campestre. El lenguaje con que se comunican con sus padres desvela una relación con tufo a casa de la pradera española. El alma de mujer con finalidad hogareña no cuaja en unas criaturas que no están siendo educadas para regentar un hogar futuro. Parecen mujercitas correteando por un decorado feliz, perfumado con aromas artificiales. Ellas viven un ocultamiento parental marcado por un deseo guardián que no les da pie a cuestionarse la existencia de otro espacio habitable. Los progenitores son conscientes de los peligros que acechan a sus hijas e intentan custodiarlas de lo foráneo. Sólo la aparición forastera puede trastocar esta simetría y sacar su lado vulnerable. La tensión naciente no alcanza momentos de vibración interesante que justifiquen la intriga que se apodera de las escenas. La violencia y el cariño se escriben con claroscuros. |
 |
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El cactus es un parte decorativa del paisaje más que un elemento identificado con la representación diabólica del mal, un juguete de vudú terrorífico. Ni molesta ni hace daño. Los personajes están sacados del libro homónimo escrito por el literato madrileño Paul Pen en una adaptación de su obra. La falta de cocimiento en el guiso de la directora novel Carlota González-Adrio se merece más oportunidades para demostrar el crecimiento de un talento inmaduro. |
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