La aparición de un acontecimiento imprevisible e impensable trastoca la vida cómoda de Carlos mientras su jubilación madrileña no deja de pensar en Buenos Aires. Marina Seresesky aborda esta etapa como un momento en el que, sin que pasen cosas interesantes, ocurre mucho. Las noticias caen como un jarro de agua fría sobre él y quienes le rodean. La llamada del destino le obliga a cruzar el charco para reencontrarse con la Argentina querida y se topa con un revés manipulador que no puede ser más lamentable aunque se le intente cubrir de una acidez cómica que produce mucha diarrea y poca carcajada. A parte de un final poético y acertado, el contenido intermedio es un kilometraje donde el espíritu aventurero obliga a resucitar una etapa anterior sin ganas. Se convierte en experiencia que despierta el sabor de alimentos olvidados, infidelidades y algún que otro secreto escondido bajo el estribillo de
amigos para siempre. La síntesis de un largometraje que pretende sorprender se reduce a dos palabras: nada bueno, a un lamento de compás atragantado, lleno de emociones juveniles a través del roce musical.
El impacto inicial se quiebra con una noticia que rompe los esquemas del interesado. Cualquier indicio de acompañar un periplo sorpresa se desvanece. Se juega con la idea del
suicidio para aportar credibilidad a la farsa montada sobre una muerte con nombre popular y humor negro. Recuperar lo perdido, cuidar del enfermo que no quiere reconocerlo abiertamente y revelar confesiones con olor a borrachera de karaoke inician un adiós en toda regla. La
película de carretera devora alquitrán a bordo de una furgoneta donde los recuerdos son gasolina para continuar el camino. La misma que los transportaba de sala en sala durante giras interminables y bailoteos agarrados de la mano que la memoria de Margarita cifra en más de 22.000 episodios musicales. Entonces, las canciones se bailaban con el mismo movimiento, ahora se reviven con temor. Pero no es esto lo que impera en
Empieza el baile sino que, jugando con el titulo, significa el inicio de una marcha fúnebre. La necesidad maternal de contemplar al polluelo en su nido acaricia un giro de guion movido por el drama y la consideración.