Stan Lee y
Steve Ditko crearon al superhéroe Spider-Man con trazo de viñeta. La adaptación a los tiempos ha logrado que los guionistas de las versiones cinematográficas posteriores lo convirtieran en carne y hueso. Peter Parker vivía en un mundo real del que supo protegerse para sobrevivir dentro de una jungla de asfalto, maldad y sus acciones mosqueteras. La evolución vuelve a encuadrarlo en la historieta con una visión nueva, marcada por el influjo Marvel, en donde el
multiverso y los
espacios paralelos trazan su estrellato. Miles Morales es una caricatura de dimensiones intercambiables, capaz de navegar por paisajes con su realidad equidistante. La propuesta de una dirección triple (Joaquim Dos Santos, Kemp Powers y Justin K. Thompson) es jugosa para quienes busquen emoción tridimensional pero tan aburrida como confusa para quienes esta excitación les importe poco o nada. El elemento aracnoide se encuentra rodeado de poderes innatos con los que tiene que acostumbrarse hasta domesticarlos. El giro habitual en el cine desde hace tiempo concilia la figura de
Spider-Man con
Spider-Woman. La heroína arácnida, sin hacerle sombra, se lleva todo el protagonismo en el papel adolescente.
El hecho de formar una banda de
rock es el empiece juvenil que pronto se desintegra para encarrilar una historia en busca el recuerdo desde sus orígenes: positivo como ayuda para el neófito en el cosmos del hombre araña pero agotador para quienes lo conocen. Los minutos rellenan un metraje que excesivo. La confusión está asegurada cuando se hace del futuro el complemento temporal que abarca una dimensión espacial ilimitada para un caos en la narración. La aparición de personajes como la mancha fomenta la predominancia del agujero transitorio en forma de vacío oscuro. Es el socabón que Pepe Gotera y Otilio repararían pronto con una mano de yeso cobrada en negro. Y, porque así lo hace una minoría ruidosa, ¿hay que reírse de los chistes que esta salpicadura vomita? La aventura se rompe en universos que adquieren vida propia, más caótica que inteligente. Y así, el argumento enloquece hasta que el predecible
continuará resiste a la muerte de quienes alimentan su pesadilla.