La fama que Liam Nesson se ha ganado desde hace años como justiciero le han valido el título, para algunas voces, de nuevo
Chuck Norris. Sin embargo, su violencia no tiene los puños ni la aparatosidad del exmilitar y campeón mundial de
karate-do convertido en
Ranger de Texas.
En tierra de santos y pecadores cobra entidad plurinacional al convivir con sensaciones del lejano Oeste se traslada a Irlanda. Su tierra húmeda se mezcla con pistoleros que huyen y quienes deciden tomarse la justicia por su cuenta. Glen Colm Cille, en la provincia del Úlster, se empapan de su atmósfera siniestra frecuentada por el
I.R.A. en los años 70 del siglo XX como trasfondo político de un pueblo desamparado. El paisaje está vigilado por bosques convertidos en cementerios gracias a los ajusticiamientos de Finbar Murphy (Liam Neeson). Este asalariado del crimen
legal se manifiesta a través del asesinato que le facilita una doble identidad. Su papel no se queda en la clandestinidad de las ejecuciones solitarias que funcionan a las órdenes del capo Robert, interpretado por
Colm Meaney. El poblado es el reducto donde las relaciones humanas se cultivan con camaradería y entre las que se esconden secretos de pertenencia a banda armada como restos del pasado. En este ambiente inhóspito toca sobrevivir y algunos lo hacen a base de la muerte de otros.