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COTIDIANIDAD ENFERMIZA
Película Desmontando un elefante
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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El suicidio puede iniciarse durmiendo la borrachera. Jamás deja impasibles: por elección personal, por proximidad, incluso genera comentarios en la complicidad social que carece de vínculos afectivos con el protagonista. Tomar ese camino corta con la supervivencia autodestructiva. ¿Será que su protagonismo se hace fuerte como llamada de atención pidiendo ayuda? Todas son incógnitas suspendidas en un aire viciado de una película sugestiva a seguir en la caída en vez del resurgimiento. Desmontando un elefante se adueña de la indiferencia más categórica. Marga ha jugado con la vida a través del alcohol. Su actitud es el gran elefante de la habitación que su familia conoce y que, consciente de una normalidad peligrosa, ha dado la espalda. Aitor Echeverría hace de la borrachera llevada hasta límites somnolientos la piedra angular de su primer trabajo como director. El peso de la formación fotográfica se nota dentro de un largometraje donde el cuidado de la imagen es esencial. Se mueve entre lo siniestro y la poesía de la secuencia sosegada, el plano fijo marcado por rasgos personales, las estructuras arquitectónicas como parte del personaje y los matices de una luz que nunca falta.
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Lo ocurrido en casa de Marga y Félix supera al accidente doméstico. La caída libre de una mujer sola y triunfadora afronta el mundo sin ilusión, revuelta y depresiva. El alcoholismo ha triunfado antes de la llegada al domicilio tras querer apearse del mundo sin la chispa de Mafalda. La madre y ama de casa atenazada por la neurosis de una apropiación doméstica que tiene bien asimilada hace acto de presencia. Así es cómo el inicio de esta etapa con intenciones regeneradoras instala un caciquismo que se sulfura con facilidad ante una cañería rota. Se apoya en su momento curativo para echar la culpa de todo a quien tiene más cerca (exceptuando a los demonios personales). La terapia grupal aporta su trabajo colaborativo sin abusar del proteccionismo. Las fidelidades silenciosas tejen lazos invisibles que pueden enredarse y asfixiar en vez de arropar. La mujer que se siente marginada por el entorno próximo cae en el agobio de un control inexistente, siempre enfadada. Flota cómoda en el ambiente de víctima que no se deja ayudar, abandonada a la rutina como pauta que no quiere cambiar.
La arquitecta de prestigio se agarra a la dependencia del nihilismo mientras aprende a brindar con agua en Navidad. Se presta al juego que no habla sobre lo ocurrido, tampoco propone alternativas de cambio ni hace méritos para alcanzar metas que esperan su llegada. El inmovilismo que no pretende renacer es la droga nueva que no propone alternativas para neutralizarlo. La familia actúa como el cómplice que enmascara lo sabido por todos pero nadie se atreve a nombrar. Blanca (Natalia de Molina), la hija menor que tolera a la madre, muerde el desconcierto de sus cambios temperamentales, según el momento del día, y sus sueños de bailarina se desvanecen. Otra, despierta el recuerdo maternal entre abrazos de flojera vulnerable. El actor argentino Darío Grandinettil actúa de marido flemático, opuesto a lo que Marga (Emma Suárez) necesita para renacer. Félix es un compañero feliz, consecuente con su nombre, tranquilo y lleno de monotonía ejecutada con bisturí. |
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Desmontando un elefante construye un monstruo dentro de su estómago canceroso, crece gracias a la falta de conexión. La danza contemporánea integra cuerpos y almas, movimientos y sensaciones, fuerza y abandono, confianza en el otro. Las miradas hablan en silencio dejándose llevar. Pulsión y confianza se funden a través de plasticidad coreográfica. La procedencia fotográfica de Aitor Echeverría cuida los instantes en los que la música moldea escenas llenas de cariño. La música de Vivaldi apoya un enriquecimiento técnico lujoso. La película obliga un final rupturista como variable del presente que debe aprender a cuidarse solo. Aunque resulte duro, en la vida a veces hay que entender la separación como elemento liberador de la habitación convertida en castillo para las relaciones dependientes. ¿Aceptar la vida con insistencia robótica es la mejor manera de encarar los comportamientos repetitivos? La frialdad marca el peso de la uniformidad constrictora. |
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Texto: www.photomusik.com
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