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MEDIOCRIDAD SALVAJE
Película Kraven the Hunter


J. G.
(Madrid, España)

Kraven the Hunter
Ficha Técnica Video    
La necesidad por convertir cualquier tebeo en un producto cinematográfico coloca a Marvel en una carrera desesperada por rentabilizar su falta de originalidad y buen gusto. La idea de villano busca actualizarse mientras el conflicto padre-hijo no quiere perderse esta bacanal de violencia carnicera. Inhumana por el método y las intenciones. J. C. Chandor, quien diría que hablamos del mismo que dirigió Margin Call, plantea un universo particular de bestias que decapita la imaginación. Lo transforma en el zoológico de la tontería con el pretexto de inventar al héroe, crea al defensor de una justicia manchada con el rastro de la sangre convertida en vómito vindicatorio venganza. Su gesta se encumbra al protagonismo de la neurona muerta. La brutalidad y la confusión del enfrentamiento se defienden con la disculpa de los mamporros justicieros que Charles Bronson hubiera considerado embrutecidos. El caos moldea la monstruosidad del instinto cazador que, lejos de defender la supervivencia, se aferra a la necesidad de liquidar a sus enemigos (que también lo son de la civilización). Kraven es víctima de una persecución que no progresa en intención exterminadora sino que muestra a un ejemplar solitario e infeliz. No destripa a los demás, los mata mientras se devora a sí mismo. Este activista de Greenpeace está convencido de proteger el ecosistema con métodos que regulan la higiene medioambiental.
 
Sergei Kravinoff / Kraven the Hunter (Aaron Taylor-Johnson)  
Nikolai Kravinoff (Russell Crowe) y uno de sus hijos

La bestialidad desatada es cegada por un hambre que confunde justicia con venganza. Convierte al protagonista “bueno” en el ejecutor que resuelve los problemas a machetazos, envuelto en el caparazón de cruasán musculoso. Le rodea un mundo poblado de presencia escurridiza que Christopher Abbott da vida en la piel de El extranjero. Otras, más confiadas en el poder que camufla su inferioridad con aspecto de rinoceronte, hacen de La Cosa un despojo alucinógeno. Dolph Lungren se colgaba un collar con orejas humanas en Soldado Universal, de Roland Emmerich, como recompensa a sus cacerías. Aaron Taylor-Johnson no es tan ceremonioso con sus víctimas transformadas en un trofeo celebrado con destreza matarife que todos deben agradecer. Las relaciones paterno-filiales evitan el diálogo para hacer de la fuerza su forma de educar. El choque familiar quiere calmarlas con el recuerdo de una madre que le daba a la bebida hasta caer en el suicidio, la presencia de un hijo bastardo y otro con un complejo de Edipo superior al territorio de Siberia y Mongolia juntos. Un embrollo. Russell Crowe dirige esta influencia de macho alfa con aspecto de gánster que ama las armas. Se mantiene en un segundo plano decoroso que no lava una interpretación modesta. Quien quiere hacer de sus hijos hombres de provecho transformándoles en bestias poderosas se deja la energía en el intento. Su acento ruso suaviza la frialdad de una malicia decadente que le termina pasando factura.
Los diálogos, opuestos a las curvas fibrosas de Kraven, suenan con un acartonamiento orgulloso. Persigue el arquetipo de la perfección animal a través de efectos saltarines que recuerdan a un Spider-Man barato. Una vez que el espectador se ha dispersado en el tedio más salvaje y depredador, este felino de dos piernas y espíritu carnicero alcanza su estado místico al convertirse en anuncio de perfume con olor de intensidad patética.

J. G.


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