España le gusta a Brooke Fraser, sin duda. En noviembre de 2011 realizó una visita relámpago a Barcelona, en formato showcase, para presentar “Flags”, su tercer disco. El sonido impregnó los oídos del público para quien se convirtió en un nombre repetido. Le sirvió como primera toma de contacto. Cinco meses después, regresa cargada de ritmo pop-folk, con la maleta llena de sonidos pegadizos y feeling. La artista neozelandesa derrochó técnica tanto a la guitarra (acústica y eléctrica) como voz. Lo tuvo fácil ya que Niccó, otra mujer sensible, le acondicionó el terreno con melodías dulces y de corte personal. Envuelta en una timidez inicial, Niccó (ex concursante de OT 2011) deja atrás un pasado mediático para defender su valía musical. El deje tinerfeño le acompaña en sus movimientos de porcelana. Temas con gancho melódico y atractivo se unieron al recordatorio en la figura de Amy Winehouse.
A pesar de que “Flags” es conocido en España, las melodías emocionaron con la misma intensidad que si se escuchan la primera vez. Ambiente relajado para una música que se mueve entre el rock y el folk; la fiesta se fue animando canción a canción. Brooke Fraser guarda la precocidad de quien ama la música desde lo más profundo: faceta demostrada desde los dieciocho años, cuando editó “What To Do With Daylight”, su primer disco, hasta convertirse en fenómeno emergente con el tercero. Brooke Fraiser demostró la versatilidad instrumental: de la guitarra se pasó al órgano con destreza, llegando a alternarlos en varios temas que acompañó con una voz sostenida. El concierto transcurrió en un tono lineal placentero. Siempre jocosa, ofreció un espectáculo bañado por la espontaneidad. El mundo de los sueños despierta en sus canciones, abren paso a la imaginación; también son vibrantes. Esta gira significa el bautismo oficial de Brooke Fraser como artista consolidada en suelo español. Al finalizar el concierto salí con la duda de si la neozelanesa busca ese afianzamiento, anteriormente mencionada, o se conforma con hacer música que agrade a su público; es tan sencilla y divertida que te rompe los esquemas.
La perfección acústica se juntó con una luz intimista que, en ocasiones, escondió el rostro de Brooke Fraser. Cuando mejor pudo apreciarse su delicadeza fue en “Shadowfeet”, un dueto entre Nicholas y ella, lleno de magnetismo; sin olvidar el aire caribeño proporcionado por “Jack Kerouac”. Temas como “Flags” o “Albertine” desplegaron el talento de la voz neozelandesa, apoyado por un grupo sólido. Entre “Betty” y "Something In The Water”, sus dos singles hasta la fecha, trascurrió todo un conciertazo.
Sus veintiocho años le auguran un futuro exitoso; ojalá que la gran mayoría disfrute con el sabor de esta música, dulce como su sensibilidad.