Bruce Springsteen, conocido por todos como The Boss, es actualidad desde marzo por un doble motivo: la edición de su nuevo álbum de estudio, “Wrecking Ball”, y el comienzo de un gira mundial en apoyo a este trabajo. El músico de New Jersey cuenta con una amplia legión de fans que no se pierde sus conciertos (la crisis no impide que sigan llenando estadios) y bandas que, con cariño, recuerdan sus letras, apegadas al sentimiento profundo, a la comercialidad, a la emoción y al desencanto.
La visita de The Boss a Madrid ha aguzado la imaginación en los programadores del ocio nocturno capitalino. Valga como ejemplo la sala Moby Dick que, aprovechando su proximidad física al Santiago Bernabeu, lugar donde Springsteen dará su concierto el 17 de junio, se ha anticipado a su llegada presentando al grupo Debosses en directo.
El 16 por la noche se calentaron motores entre seguidores que acudirían al espectáculo y quienes no han podido hacerse con una entrada. Recordando a Hombres G, unos y otros pensaban: Voy a pasármelo bien. Ambos fueron coprotagonistas de una noche temática donde la música del Boss sonó bajo otras voces, pero con las mismas letras. Los gallegos Debosses, con tres años a sus espaldas haciendo covers de Springsteen, fueron el plato fuerte de un menú variado e imaginativo. Debosses reprodujeron su repertorio con la fidelidad de un imitador que siempre está aprendiendo y que vive la música como si fuera suya. Se defendieron entre guitarras, sonidos Fender, batería y un saxo potentes, teclado y voces femeninas en los coros. El público estuvo ardoroso, Debosses avivó esa llama hasta lo incendiario. La aparición de Enrique, el vocalista, nos envolvió, gracias a su parecido físico, en un aura springstiniano. Vimos a Springsteen durante sus primeros años, tocando por clubes de Asbury Park, con la mirada puesta en el público, impregnando de rock a las generaciones que luego le rendirían culto. Debosses engancharon gracias a su imagen; la máquina del tiempo nos devolvió al chico de New Jersey joven, con barba y cabellos ensortijados, rebelde como sus canciones. Una estética asociada con sus años jóvenes: como dato frívolo que vale para los anecdotarios biográficos, Bruce Springsteen se afeitó la barba el 22 de junio de 1976, y nunca más se le ha visto de tal guisa.
El espectáculo entretenía, junto a una E Street Band autóctona, con pinceladas intimistas hasta “Sherry Darling". Debosses, canción tras canción, impulsados por su vocalista, corrían acelerados nadie sabe dónde; sin dar tiempo para degustar las melodías. Springsteen es un genio, Debosses lo imita bien, con un toque de orquesta popular.
El voz rasgada de Enrique disimuló su procedencia gallega, el bajo de Ruper arrasó en un segundo plano inmerecido; en perfecta sincronía con el coro femenino (Ana y Elena). El teclado sonó moderado a pesar de que, en ocasiones, dejó escapar un efecto demasiado tecniificado para la música de Springsteen. Ésta sonará más potente mañana en el Santiago Bernabeu, en lugares como Moby Dick se apreció más familiar. Debosses transmitió demasiada tranquilad en sus temas hasta “Born To Run”, produciéndose un estallido en la sala. El público se la sabía al dedillo. Una lástima que Enrique mirara tanto al reloj, pronostiando un final que se apetecía nervioso y apresurado. Desde este momento, los gallegos comenzaron a sonar mecánicos, con premura por tocar buscando el fin de su actuación y no para disfrutar ni hacerlo pasar bien. Algunos comentarios de Enrique sobre el final cercano empañaron una idea interesante: interpretar a The Boss antes de que The Boss tocara en Madrid.