El rock duro inundó de color explosivo la nocturnidad de Madrid sin alevosía; más bien con humildad arrolladora. Lo disfrutaron una minoría que se dejó llevar por el espectáculo de Little Caesar. De puntualidad cronometrada, las huestes de Ron Young pusieron en marcha su engranaje roquero. Fue una actuación memorable donde ni la música ni la diversión decayeron en ningún momento. Gozar durante noventa minutos de este regalo en forma de descarga Hard fue un privilegio; y si viene de una banda como Little Caesar, una doble recompensa. La sala El Sol, a pesar del atractivo ofrecido, no registró la entrada que los californianos se merecieron.
Conocidos entre sus adeptos, Little Caesar es una banda de minorías que no ha tenido una suerte justa, con una historia jalonada por vaivenes en sus entrañas (distintas formaciones, disoluciones y reencuentros). Los californianos, con la voz de Ron Young a la cabeza, resurgen para demostrar que siguen siendo portadores de un rock con mayúsculas sobre el que no pasa el tiempo. Más bien, al revés: cumplir años les ha proporcionado un sabor a caballo entre el recuerdo y la reinvención.
Lo dejaron claro desde el principio: el rock es su seña de identidad. Un espíritu que contagian con la voz de Ron Young y los apuntes eléctricos que el resto de sus integrantes (Loren Molinare y Joey Brasler a las guitarras y Fidel Paniagua como bajista) lanzan al público. Ron lidera una banda con idiosincrasia definida por su música. Les acompaña el olor a Harley Davidson cabalgando por la costa californiana, tatuajes deslucidos por el desgaste del tiempo, omnipresentes; un sonido reluciente, pulcro, potente, con una corrección auditiva excepcional.
Su vocalista es un hombre espectáculo ante el micrófono. Lo acerca a sus labios en actitud intimista, lo zarandea, conversa con él... lo convierte en extensión de su cuerpo. El resto de Little Caesar le arropó a su manera, con elegancia y garra. El escenario de la sala El Sol se convirtió en una pasarela roquera repleta de entretenimiento: Loren Molinare fue una locura desatada mientras Fidel Paniagua dio una lección de cómo jugar con las cuerdas; Ron Young no cabía de felicidad.
Little Caesar es una conjugación de gracia, personalidad sobre el escenario y amor por el sonido duro bien construido.
El sudor no empapó el rostro de Ron Young. Sonrisas a su modo: la familiar de Ron y las muecas alocadas de Loren Molinare. Little Caesar no tiene nada de little: es una banda grande, dueña de un Hard Rock puro.
Los temas de “American Dream” redondearon un repertorio no exento de clásicos con alma soul. No pudo faltar el recuerdo a Aretha Franklin con la versión de "Chain of Fools". La voz de Ron Young nos hizo volar hasta el paraíso del corazón musical más negro. La banda californiana es sinónimo de excelencia, El Sol dejó sus puertas abiertas para una próxima visita. Al Caesar lo que es del Caesar.