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A RONCAR ENTRE CARAS NUEVAS Y CONOCIDAS
Película Cazafantasmas: Imperio helado


J. G.
(Madrid, España)

Cazafantasmas: Imperio helado
Ficha Técnica Video    
La réplica de los cazadores de fantasmas, que en su día tuvo éxito, defrauda. La saga parida por la familia Reitam, con padre e hijo involucrados en su crecimiento, se ancla en una nostalgia que no devuelve a Nueva York la autoridad que tuvo en entregas anteriores. La vuelta a la actualidad del fenómeno cazafantasmas se entiende desde la rentabilidad comercial: el alma que mueve a Hollywood. El regreso neoyorquino se merecía más consideración ofreciendo personajes menos dependientes de hazañas que los encasillan en justicieros con aspecto espacial, poseedores de tanto entusiasmo como armas fantasiosas que ya quisiera Putin para su arsenal. Cazafantasmas: Imperio helado es un fraude puesto al servicio del recuerdo. Unos bichos considerados de la familia son menos estrambóticos que humanos sometidos a un guion barato, desnutrido de creatividad.
Los protagonistas de un mundo invadido por monstruos de plastilina se pierden entre cachivaches de nombre fantasioso, funcionales para el momento. Son la artillería de estos pistoleros que basculan entre lo galáctico y lo terrenal; el corpus de un universo marcado por la maña de quien disfruta cazando mocos voladores o blandibús con textura de Goomer. La nueva entrega de Gil Kenan, director de la secuela anterior, no aporta novedad. Las caras desconocidas buscan potenciar un aire de modernidad apoyado en el recuerdo. En un ejercicio de arqueología metropolitana, cuando los coches de bomberos eran dirigidos por caballos, se descubre que esta Edad de hielo no es nueva. Su desaparición y aparición, como una dana caprichosa, engorda una superficialidad ganada a pulso. La referencia temporal pretende enganchar el interés generacional sobre los Spengler. Los caracteres desdibujados protagonizan relaciones donde la atracción por la caza al intruso supera a la compartición de los problemas familiares. En este sentido, Cazafantasmas: Imperio helado es débil y descuidada. Su argumento se basa en retales de antaño que no se adaptan a los tiempos modernos, sin que esto sirva de emulación barata al humor chaplinesco.
 
'Cazafantasmas: Imperio helado'  
Gary Grooberson (Paul Rudd) junto a su pareja, Callie Spengler (Carrie Coon)

El ambiente ochentero se mantiene gracias al protagonismo del Ectomobile. El vehículo es un chasis del Cadillac Series 75 Commercial de 1959 carrozado en forma de ambulancia. Su carrocería añeja y maquinaria compleja recuerdan, con marca personal, los años locos en los que esta aventura comenzó. Paul Rudd da vida a un niño grande con ganas de ser padre mientras Carrie Coon, en el papel de su pareja, espera que sus insinuaciones le hagan reaccionar. El elenco de menor edad lleva las riendas de una comicidad empujada por las ganas de ser adultos. Su vitalidad atrae a grandes y pequeños con una interpretación suficiente dentro de un guion pobre y poco exigente. La multiculturalidad de Kumail Nanjiani, presente en Hombres de negro: Internacional, busca su espacio en un fenómeno que no quiere ser genuinamente americano. Los mini-puft dan la nota de color a un mundo comandado por monstruos feos. La añoranza pone su guinda en el pastel juntando a los cazadores originales: Bill Murray, Dan Akroy y Ernie Hudson. Aunque el papel de los dos últimos sea más generoso que el primero, este pasea su nombre por los créditos más tiempo que durante la proyección. El entretenimiento de la primera película confirma su desvanecimiento, absorbido por la máquina de protones que guarda el vehículo transformado. La canción de Ray Parker Jr. da ritmo a un presente marcado por el pasado. Los guiños nostálgicos cansan, contribuyen a un desgaste que no parece agotar una franquicia tullida en la originalidad. Cazafantasmas: Imperio helado queda mejor en el recuerdo y no supera el filtro de las actualizaciones impuesto por una maquinaria franquiciada, representa al cine fabricado en una churrería que busca pasar por caja antes que cultivar una imaginación lúcida.

J. G.


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