No sé nada de política, tampoco entiendo a los políticos. Mucho menos me entusiasma la facundia que encierra un patriotismo de papelera, tampoco sigo a las promesas efervescentes que duran lo que una gaseosa agitada. Lo que sí respeto, confío y no olvido son las expresiones que no admiten doble sentido, las afirmaciones que se sostienen por su contundencia. Aquellas capaces de hacer tambalear los cimientos de los indecisos y, sobre todo, las que, transcurrido el tiempo, permanecen de pie. Admiro al interlocutor que las sostiene con la integridad inicial. En política, como en facetas más personales, abandonar una responsabilidad significa esfumarse, dejar el sillón, ceder el puesto a otro más competente, desaparecer de escenarios hasta ahora defendidos, no alimentar esperanzas sin pronóstico de cumplimiento, no engañar a la gente con verborrea llena de coraje egocéntrico y poco deseo de entrega ciudadana. Cuando Carles Puigdemont dijo ‹‹No me veo en absoluto como líder de la oposición››, ¿acaso quería despistar a su sombra para abandonar la racha de éxitos sobre la pizarra?
El 12 de mayo de 2024, el expresidente de la Generalitat catalana y candidato de Junts per Catalunya en las elecciones autonómicas no ha ganado. El independentismo sale a gatas con Junts+ como segunda fuerza. El batacazo se esconde tras el revés electoral aunque el líder fugado haga del sopapo el impulso para ser investido como lo fue Pedro Sánchez. ¡Todo un niño que sueña a lo grande sin medir el alcance de futuribles equilibristas más allá del papel! El 9 de abril, el eurodiputado afirmó que dejaría la política activa si no era elegido presidente tras los comicios. Lo hizo en posesión de sus facultades mentales, la duda está en saber si era consciente o estábamos ante otra broma manipuladora. En declaraciones a RAC1, el cabeza de lista de JxCat aseguró ‹‹Sólo volveré a Cataluña el día del debate de investidura››. El subrayado del adverbio no es espontáneo ni circunstancial. La frase continuaba con pomposidad plebiscitaria: ‹‹El acto de retorno de una presidencia es de país, no de partido. Tiene que tener sentido institucional››. El exiliado con sangre andaluza lo ha dejado muy claro, las medias tintas no existen en sus declaraciones y para el ignorante político que firma esta reflexión, la lealtad a lo dicho está antes que cualquier estratagema pactada entre lo pronunciado y lo que se hará luego.
Es el momento de los acuerdos no el de las exigencias que ponen contra las cuerdas a la presidencia nacional. El pataleo de ser presidente a toda costa no acrecienta simpatizantes, ¿Puigdemont habrá entendido el porcentaje (alto) de abstencionismo en estos comicios? ¿Hasta dónde llega la franqueza de su verbosidad? ‹‹No puedo estar en el Senado, no voy a estar en el consejo de administración de una empresa››. Opositar como ordenanza sería una opción digna para este periodista combativo.
No es un hombre de sutilezas, impetuoso en su chabacanería como si fuera un Carlos V en busca de su imperio. El grosor de su fraseología es importante y manifiesto. Se agradece la sinceridad de la expresión ‹‹Tiene poco sentido que yo me dedique a hacer de jefe de la oposición›› a la vez que se advierten lecturas interpretativas. El hijo de pastelero que quería ser astronauta no se da por rendido en una doble jugada: llamar traidor a ERC si no le apoya y respaldar a Pedro Sánchez si le permite gobernar. ¿La cabeza de Salvador Illa marcará el perfil del inquilino en Moncloa y el Gobierno catalán? Mientras Pere Aragonés se marcha de la rex publica, el 'exhonorable' quiere volver como el héroe de Waterloo al frente de una armada invencible, perjudicada en la consulta reciente, para ganar una batalla que cambie la Historia. Si no regresa a la política activa, ¿desvelará la existencia de otra pasiva, en diferido? El rompecabezas dialéctico hace juegos de palabras con su crucigrama particular, es un decorado que se acostumbra a disfrazar de terminología soberanista. El incumplimiento de las declaraciones refleja la poca credibilidad de quien la pronuncia y su oportunismo desmedido. Yo no entiendo de política. De lealtad, un poco. |
|