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LAS VOCES DEL SILENCIO

PALABRAS SOLIDARIAS
Histórico

 

LOCURA E INJUSTICIA
Exaltación popular tras el triunfo de España en la Eurocopa 2024
JGS

El triunfo de España en la Eurocopa vuelve majadera a la afición
 

Georgie Dann cantaba en el verano de 1987 el estribillo Mami qué será lo que tiene el negro. Eso mismo se preguntaba mucha gente cuando Nico Williams adelantó a la selección española en la final de la Eurocopa 2024. Algunos, durante unas horas, dejaron de exteriorizar su xenofobia al lanzarse como desorientados cívicos y mentales a la calle para celebrar el título de flamante ganadora del torneo futbolístico. Se trata de un virus contra el que parece no existir vacuna. Refuerza el espíritu nacional que expandimos en forma de cántico desafinado para sacar pecho por él. El once entrenado por Luis de la Fuente ha ganado prestigio futbolero y es de agradecer. Se agradece al potenciar su carácter de marca. Se agradece ya que conquistar torneos parece que es lo único importante de cara a la afición. Perder es el tatuaje de los fracasados. Se debe premiar con la ovación porque, al menos, los futbolistas justifican con esta victoria su salario. Ya no podremos basar nuestro enfado en el argumento manido que critica a quienes no tienen vergüenza con lo que les pagan por meter una pelota en la portería o por dar patadas a un balón. Los errores, si los han habido, ahora se perdonan, se borran de su esquema táctico.

Más allá de lo deportivo, los triunfos trastocan la convivencia durante estas celebraciones. Las ventanas se abren y los gritos vomitan consignas que alguien convierte en políticas mientras el momento las trata como efusividad patriótica. Alegría de plástico, aceleración momentánea del corazón y un chorreo de endorfinas que muchos comparten: una manera de olvidar durante horas las penas del trabajo mal pagado, de la hipoteca, y la imposibilidad de conciliar el sueño durante estas noches de horno estival. El éxito se comparte con cacharrería chillona, las bocinas de los coches estallan hasta quedarse afónicas, la gente pasea una charanga barrial para demostrar que tiene más gorda la voz y el ego. Entre esos que, a las once de la noche exhibían sus berridos españolistas por algunas calles de Madrid (yo los tuve a mis pies) los enfrentamientos ideológicos no cuentan. ¿Será que estos roces se diluyen al convertirse en llamarada con fervor de mano al frente? Ese viva España procedente de cualquier punto cardinal no respetó el sueño del currante que busca descansar. Su nacionalismo enloquece cuando ensalzar a la selección de fútbol se convierte en emblema con velo autóctono. Entiendo que el ciudadano que se levanta con la preocupación de que los inmigrantes ilegales les quitan el trabajo, o son los violadores de sus hijas antes de que maten a sus familias a machetazos, hoy saque pecho por una España pura e invencible. Más soberana que nunca.

La actitud de la celebración enfermiza patea asfalto y verdín. Es justo premiar el mérito en la cultura, donde el esfuerzo tiene su recompensa. El balompié se ha convertido en la segunda fiesta nacional. Es el espejo cósmico de un país en el que todo el mundo no quiere verse reflejado. No se tiene que compartir ni odiar: ignorarlo es un derecho que pocos entienden y muchos menos respetan. A otros tampoco les interesa la halterofilia y no pasa nada. El deporte no tiene bandera aunque la necesidad de pertenencia a un grupo, la nación, lo haya establecido como norma. ¿Cuántos de los que hoy elogian a España desafían a la desmantelación de la Sanidad Pública?, ¿cuántos luchan por homogeneizar la igualdad de género?, ¿cuántos defienden una educación de calidad para todos?, ¿cuántos se solidarizan con los vecinos de la cañada real Galiana? No lo sé. ¿Cuántos hoy se olvidan de todo para celebrar una fiesta epidérmica? A la algarabía callejera me remito.

De la misma manera que se ovaciona a los futbolistas quiero ver cómo se aclama al equipo nacional de piragüismo, taekwondo, tenis de mesa, 400 metros vallas, natación sincronizada o esgrima, con autocar incluido. ¿Es que el fútbol es más deporte que los anteriores? Cuando despojamos a sus ceremonias de banderas, banderines, escudos y camisetas que recuerdan a una vestimenta hitleriana con sabor a entremés exaltado, pierden su sentido hermanador. Hablamos de méritos deportivos no de preferencias deportivas. La tradición sigue andando en un mundo que se abre caminos gracias al relevo generacional. El fútbol asimilado como espectáculo mueve mucho dinero, sabe atrapar a la masa por cuestión cultural. Esta se deja absorber justificando solera y entontecimiento. ¿Es más deportista un portero que una corredora de fondo y es mejor muñeco de exhibición fiestera? Las instituciones políticas que desaconsejan manifestaciones de derechos sociales por miedo a riesgos de avalancha secundan las aclamaciones futboleras mientras las demás disciplinas son limitadas, en ocasiones, a una recepción oficial que exhibe su mejor sonrisa, cuidándose de no parecerse a Luis Rubiales. Estos agasajos no son parte del circo que formamos como payasos protagonistas.

Se organizan desfiles triunfantes por Madrid que terminan junto al paganismo de la diosa Cibeles. Todo un gol a la solidaridad con el deporte si barreras. Si un futbolista aconseja votar a una ideología, la multitud le hace más caso que a un programa político. Conocemos la alineación de nuestro equipo favorito de fútbol antes que el nombre de un investigador, y no digamos sus logros. El coronavirus nos acoquinó esperando que una vacuna nos salvara del embrollo, excepto quienes predicaron sus deficiencias y luego se encargaron de culpar a la ineficacia de una gestión corrupta con nombres y apellidos. La prioridad mediática da más importancia al gol de Morata, aunque sea en propia meta, que un descubrimiento científico o al escritor de una novela. El espacio deportivo tiene más relevancia que el cultural.
¿Cuántas personas que jalearon la coreografía viva España la noche del 14 de julio conocen el dato de que científicos españoles han descubierto una terapia para la enfermedad por la que el centrocampista Antonio Puerta murió el 25 de agosto de 2007 después de disputar un partido en el estadio Sánchez Pizjuán? El tratamiento permite recuperar por primera vez la capacidad de contracción del músculo cardíaco y que el corazón siga bombeando. El astrónomo José Comas Solá descubrió varios asteroides a principios del siglo XX, contribuyendo al conocimiento de los objetos celestes en nuestro sistema solar. El creador de la jeringuilla desechable, la silla de ruedas, la máquina de rayos X, el puntero láser, el laringoscopio, la fregona, el abrelatas o el desarrollador de la anestesia epidural son españoles, ¿cuánta gente lo sabe? El gallego Alejandro Campos Ramírez, poeta, editor e inventor, fue el padre del futbolín en 1937. Nuestros investigadores se encuentran bien posicionados en el descubrimiento de las variantes genéticas relacionadas con el rendimiento en deportistas de élite. Su presencia como impulsores del deporte de alto nivel es apreciada. Tampoco es cuestión de empollarse enciclopedias después de esta advertencia con signos de enfado, y decepción, personales.

Celebraciones como la que festeja el resultado de España en la Eurocopa ante Inglaterra, generan concentraciones humanas multitudinarias. Convocados y convocantes se vuelven solidarios olvidando el impacto de la huella de carbonono en la que tanto dinero se gasta la Administración. Todos somos uno durante horas, hasta que la resaca de lo efímero se desvanezca de una mente ocupada por minucias que entretienen el estómago del ego deportivo, marcado por los colores nacionales.

 


JGS

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