Alguien dice que la renuncia de Joe Biden a su candidatura para las presidenciales de noviembre ha sido un terremoto. Mentira para rellenar titulares. Es algo que se esperaba en las filas demócratas y se deseaba fuera de ellas. Algo positivo para la salud progresista de una nación que necesita sangre nueva, más joven, para dirigir su timón. La decisión razonable ha sucedido porque el gobierno de Estados Unidos no es como los regímenes orientales o antiguamente soviéticos, donde el nombre importaba de cara al exterior aunque los hilos estuvieran manejados por manos siniestras que se ponían al servicio de una nación con intenciones patrióticas.
La clase política mundial ha agradecido el gesto que no se basa en el poder de una figura cerrando
filas en torno a la ideología, algo en lo que Donald Trump es experto. Los gabinetes internacionales se han alineado en torno a la decisión, excepto quien conocemos, en un gesto de salud liberal. La incertidumbre creada por los titubeos de Biden han pasado del nerviosismo al alivio y de este al entusiasmo. Japón y Rusia se quedan en el ala comedida de la habitación para observar lo que ocurrirá de ahora en adelante en una carrera de obstáculos que disputan dos contrincantes. El mundo actúa como espectador. No se sabe si apearse de la reelección ha sido un decisión influenciada por las palabras de Barak Obama, el miedo a un COVID-19, superado un tratamiento de Parkinson que podría extenderse a los planteamientos.
La retirada de Joe Biden de la batalla presidencial supone su vuelta a la palestra en horas de decaimiento popular. ¿Trump hubiera hecho lo mismo? Tras el anuncio, Biden respaldó a la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, como candidata por el Partido Demócrata. Su llegada al maratón hacia el Despacho Oval se veía venir, era cuestión de horas si no quería hundirse en un infierno antipopular. La decisión de auparla está en las presiones y la cordura de alguien que busca lo mejor para su país. De confirmarse como elegida, optaría a ser la primera mujer presidenta, algo que no pudo lograr en 2016 la también demócrata Hillary Clinton, derrotada precisamente por Trump. Kamala Harris hizo historia en las elecciones presidenciales de 2020 al convertirse en la primera mujer en ocupar el cargo de vicepresidenta de Estados Unidos. Además fue la primera mujer afroamericana y de ascendencia asiática en alcanzar ese puesto en la Casa Blanca. Nancy Pelosi, la influyente expresidenta de la Cámara de Representantes, siente optimismo con un apoyo ilimitado mientras el dinero circula en la caja demócrata. El anuncio de Biden ha elevado la recaudación de Kamala al récord de 74,4 millones de euros en 24 horas. Hollywood se ha pronunciado al respecto. Los actores Mark Ruffalo, Jamie Lee Curtis, Barbra Streisand, Robert De Niro o la cantante Cher han celebrado la renuncia del presidente Joe Biden, mostrando su apoyo a la vicepresidenta como relevo en la carrera por el poder de la Casa Blanca. La pregunta es si Estados Unidos está preparado para ser gobernado por una mujer. Otro debate a tener en cuenta ronda sobre la preferencia de una gerontocracia política en la nación más poderosa del mundo que no rejuvenece sus alternativas de gobierno. También va por Donald Trump. |
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