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MANERAS DISTINTAS DE RAZONAR SOBRE LA CONVIVENCIA
Película El monje y el rifle
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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Cuando mentalidad y tradiciones se encuentran tan unidas como la uña a la carne en la idiosincrasia de un país, es difícil separarlas aunque sea para el bien de la sociedad. Es lo que se prepara en Ura. En esta villa del Himalaya , el día a día es un reino de felicidad sin necesidad de salir a buscarla. Cuando, en 2006, el rey Jigme Singye Wangchuk decidió abdicar tras 34 años de mandato, la sorpresa pilló en fuera de juego a sus ciudadanos. La tranquilidad reinaba en sus calles hasta que la noticia irrumpió entre la necesidad gubernamental de acelerar el proceso democratizador y la confusión para quien opina que debe no cambiar. La expresión simulacro electoral se entromete en forma de opción política con cara y nombre: algo inusual por estos lares hasta la fecha. La intromisión del elemento novedoso altera la solidaridad conviviente. Las ideas se estratifican en vías que deben conformar el futuro de un país.
La aparición de un coleccionista de armas persiguiendo su trofeo de caza es la baza que moviliza la voracidad del buscador de reliquias armamentísticas, aumentando el interés en el espectador. El acercamiento entre el monje que la necesita para cerrar el círculo de la ofrenda pacífica y quien muestra interés museístico inicia una carrera por la pertenencia vista desde distintas ópticas. Mientras que el primero la quiere para una ejercicio espiritual, el otro la ansía como botín. Su propiedad se entiende con intereses diferentes entre el nerviosismo y la calma. La mentalidad oriental choca con la norteamericana, la mística con el valor tangible de las cosas. La creencia de que el dinero lo compra todo, defendida por Roland Coleman, pasa un mal trago en un tablero donde gana quien nueve las fichas sin presión.
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La modernización llega a Bután a través de un libertad plebiscitaria dirigida por líderes poco transparentes junto a signos de progreso material. El surgimiento de la radio, internet y la televisión atrapa la atención de personas que denominan agua oscura a la cocacola y ven a Daniel Craig en al todopoderoso agente 007. El cartel de Quantum of Solace luce como ornamento de un bar que quiere actualizarse. El monje y el rifle es una película de frases convertidas en lema y lucha interna de sus protagonistas ante lo que está por venir. Aquellos que se postulan por el cambio organizan una simulación de trámite electoral para concienciar a las personas con el voto cívico. Se valora la cantidad ante la calidad de las decisiones. Su aritmética exige porcentajes altos para demostrar que el pueblo ha entendido el mensaje en el teatro de una participación numérica cuantiosa. La metáfora del juego político que interesa a los organizadores no atrae al vecino.
Los personajes construyen tramas sobre la sátira gubernativa, basándose en una democracia de la que nadie conoce el significado. Mientras se enredan en su intención transformadora, el voto aparece como una solución coloreada de azul, rojo o amarillo. El pueblo se encargará de demostrar su inutilidad. Las familias amigas se enfrentan y dividen, incluso una niña es repudiada por las actitudes adultas. Se defienden alternativas sin entender el calado de argumentos que ayuden al progreso mientras buscan el apoyo de la mayoría.
Los habitantes de Ura están contentos con lo que tienen y su relación con el tiempo no entiende de edades. La prosperidad consiste en alimentar el presente generoso que vive armónico con el medio ambiente. La palabra posesión no existe en un vocabulario franco y sólido. Los diálogos son perlas relucientes en cada palabra, llenas de sabiduría y lógica. Se denuncia la inutilidad de la violencia a través de ofrecimientos llenos de liturgia que a todos agrada, y generosidad universal. Una ceremonia marcada por el secretismo que el lama pone hasta materializarla y la fidelidad del monje encargado de traerle el objeto con que consumarla. El intermediario entre el mundo material e incorpóreo debe lidiar con el interés del extranjero y el razonamiento local. Es alguien que, además de poseer labia necesaria para el ejercicio de sus funciones, está marcado por una honestidad cercana. La misma del vecino que se siente incómodo recibiendo más de lo que él considera que valen las cosas en una lección de honradez y modestia. La humanidad se respira hasta en el paisaje grandioso con una fotografía agradable, y envidiada por el espectador urbano. La narrativa sencilla está llena de sentimiento y sentido humorístico. |
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Pawo Choyning Dorji, siguiendo los pasos de su trabajo anterior (Lunana, un yak en la escuela) mantiene un cine basado en las pequeñas historias para destacar la particularidad de lo cotidiano, sin artificios (excepto la presencia policial). Aunque el final se llena de una humanidad que puede resultar sensiblera para alguien, es lo que se merece este viaje sanador donde el hacha de guerra se entierra con el mensaje de un no a las armas categórico. Los lugareños se ríen de las intenciones metropolitanas a través de esta implantación circense con uniforme civilizado sin contagiar alegría ni seguridad. Su voluntad renovadora no entiende la idiosincrasia rural que quiere modificar a golpe de teatro premeditado, desorganizado desde los cimientos. El cambio origina angustia dentro de un caos que, lejos de alborotar, solidifica la serenidad de lo tradicional. El monje y el rifle es naturalidad, naturaleza, lo urbano y lo rural, interpretaciones distintas sobre el significado de la democracia donde su desconocimiento no anhela algo novedoso. |
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