Robert Zemeckis hace de su vigésimo cuarto largometraje una colección de postales sobre la vida doméstica. Fiel al principio de
Heráclito, todo transcurre en la casa como elemento central que mantiene a flote el relato, dotando a cada escena de una estructura más teatral que cinematográfica. La acción se mueve con la velocidad de la vida y nada permanece, navega entre momentos que complacen a familias y espíritus hogareños. La fisonomía y mentalidad de
Tom Hanks, acopladas a los episodios vitales reflejados, deben plegarse ante la erosión del tiempo. Si bien hay una frialdad en la composición narrativa, la trama se muestra tan variante en su pasión como en el cambio escénico movido por personajes capeando la montaña rusa de la vida. Del
Vietnam se pasa a la
Guerra en Afganistán, el pistoletazo de Tejero durante el
23F o los
atentados contra las Torres Gemelas en un repaso por la Historia como elemento documental que recuerda el valor del pasado.
Here (Aquí) no aburre, no entretiene ni mucho menos despierta la caricia emocional.
La frase de que
una vivienda marca para toda la vida es la premisa que sostiene a la evolución conviviente. Alegrías y penas se dan la mano. Su armazón se hubiera desplomado con facilidad sin el nexo que las arrugas proporcionan. El valor que atribuimos a la morada como defensa y signo de prosperidad se gesta desde el inicio de la presencia humana, en cuya progresión se ve cómo esa idea de lugar para vivir y asentar raíces afianza la noción de hogar. Las distintas etapas por las que pasa el hombre mantienen vivo un esqueleto de variación morfológica y orgánica pero no de utilidad: el refugio. Resiste a cambios políticos, industriales, cambios en la forma de habitabilidad, el entendimiento del espacio manteniendo en pie su paraguas.