No deberíamos sentirnos conmocionados. ¿Por qué no mirar la muerte a la cara sin miedo y despistarla con la sorpresa que no desprende lágrimas de tristeza sino de alegría por el descanso merecido? En vez de llorarla, quedémonos con lo que nos ha dejado: una trayectoria precoz que comenzó muy joven. Corría 1960 cuando, con catorce años, debutó en el cine gracias a la película secundaria
Esta noche tampoco (
José Osuna), y en
091 Policía al habla, dirigida por
José María Forqué. Al año siguiente, lo hizo en teatro como
meritoria dentro de la Compañía de Conchita Montes Quedémonos con la mujer decidida que a los once se declaró en huelga de hambre ante su padre, Lucio, un empleado de cervezas El Águila, al no dejarla ser actriz.
Participó en el debut internacional de
Fernando Trueba como director al rodar
Ópera Prima, prototipo de la
comedia madrileña. Fernando Fernán Gómez se fijó en ella con El mundo sigue en 1965. Sería injusto quedarse con el apelativo de chica
Almodóvar aunque la relación con el director manchego, que comenzaba a brillar
Entre tinieblas un 1983, dio un empujón a su carrera. Con
La flor de mi secreto estuvo nominada al
premio Goya como mejor actriz protagonista. También ha trabajado con realizadores como el israelí Amos Guitai (
Golem, l’esprit de l’exil), Raoul Ruiz (gracias a quien compartió plantel con Marcello Mastronianni en
Tres vidas y una sola muerte),
Alain Tanner,
Manoel de Oliveira,
Arturo Ripstein,
Guillermo del Toro, o Roberto Begnini en
La vida es bella, entre otros.