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EL COMPAÑERO FANTASMA
Película El cuarto pasajero


J. G.
(Madrid, España)

El cuarto pasajero
Ficha Técnica Video    
El título con que Álex de la Iglesia presenta su proyecto más reciente es sospechoso. No incita a la emoción y mucho menos a la frescura. El cuarto pasajero se acerca a Luc Besson con similitud significativa a El quinto elemento. Para el director francés, cada 5.000 años se abría una puerta entre dos dimensiones. El realizador bilbaíno facilita el paso hacia lo imprevisto durante un viaje grupal en coche cada fin de semana. Para ello, rodea la acción de extraños mientras el conocido es recibido con una excitación inusual, infantil. La experiencia se ha asentado como rutina placentera con caras nuevas, una excusa para acercarse al amor silenciado con excitación adolescente. De la Iglesia construye el día de la marmota dentro de un circuito cerrado. La marcha atrás copula con el delirio del movimiento sin avance. Es el sujeto incómodo de un camino accidentado, una locura engendrada en internet a través de las aplicaciones que favorecen los desplazamientos compartidos para minimizar gastos. Todavía con el recuerdo fresco de Veneciafrenia y sus delirios, esta incitación a lo desconocido acumula tensión. La anormalidad se convierte en otro ocupante sorpresa. El grupo variopinto es un ingrediente idóneo para caldear posturas y hacer de su acumulación el motor de una trama sencilla. La amistad que podría surgir con este encuentro disfruta una hostilidad de andar por casa. El cuarto pasajero avanza como una película sobre ruedas a pesar de que termine derrapando en la tontería colisionada.
 
Los cuatro pasajeros son, delante:  Rodrigo (Ernesto Alterio) y Julián (Alberto San Juan). En la parte trasera se encuentran Lorena (Blanca Suárez) junto a Sergio (Rubén Cortada)  
El policía Morales (Jaime Ordóñez) sujeta a Julián mientras Lorena y Sergio contemplan la escena

Los actores llenan la pantalla con sus particularidades y miedos, con secretismo a la hora de no saber expresar los sentimientos o espiritualidad que vive el momento. Las discusiones saltan de asiento en asiento como una patata caliente con sabor a charla atropellada. La labia de Rodrigo (Ernesto Alterio), un titán de la comicidad desbarrada, choca con el autodominio de Sergio (Rubén Cortada), que no esconde su aire ligón. Julián (Alberto San Juan) presume de estabilidad convertido en conductor como metáfora chistosa. Su expresividad aniñada camufla un carácter débil. El lado femenino mezcla independencia y agobio con Lorena (Blanca Suárez). Tampoco puede olvidarse la sombra que un hombre misterioso deja como rastro de comodín argumental. El silencio persecutorio de Santiago (Carlos Areces) tiene sentido en la línea del gesto inexpresivo y lenguaje lacónico. Dos policías de tebeo como los agentes Morales (Jaime Ordóñez) y Revuelta (Isidro Montalvo) completan el elenco.
Los compañeros de aventura respiran más encerrados en sus cascarones que dentro de un vehículo: desde la preocupación por compartir planes de futuro hasta el egocentrismo, pasando por la libertad jipi. Las personas se confunden con los acontecimientos, los lugares son paradas impensadas donde el surrealismo dirigido por Álex de la Iglesia es el rey. El relato de individualidades no descuida el manejo de la masa en un atasco cuajado de microhistorias que sirven para matar el tiempo. El disparate conduce un viaje con entidad desquiciadora. El itinerario es un recorrido de baches no asfaltados a propósito. El contacto de mundos divergentes ensalza esa diversidad. Hay acción, trabajo de extras circenses, juerga, alboroto y venganza en un encuentro que busca su final tranquilo. Sólo el caos consigue verbalizar rabia y descubrir falta de sinceridad. El cuarto pasajero es un trayecto desaprovechado por el humor irónico cuyo título lleva a malinterpretaciones numéricas.

J. G.


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