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EL MONSTRUO Y EL FÉNIX
Película La virgen roja
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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Hildegart significa jardín de sabiduría en alemán antiguo. Como nombre protagonista de esta película se acerca al principio de una filosofía con trazos nazis y democráticos. Romper moldes en la política es uno de los pocos apartados interesantes del largometraje firmado por Paula Ortiz. Los logros intelectuales con los que la vida de Hildegart Rodríguez Carballeira arranca tienen un carácter ilustrativo. Su educación casera y elitista, llevada en secreto, se topa con los convencionalismos de la sociedad española entre 1914 y 1933, cuando una mujer sólo valía para fregar y parir. Se crea el arquetipo perfecto en la lucha sexual, el vástago a quien no se le permite dudar, siempre bajo el paraguas de un adiestramiento dirigido. Esta se convierte en munición con intenciones salvadoras llenas de egocentrismo. El espacio para cometer errores o sentir la libertad del descubrimiento personal fue anulado desde el seno familiar. Una vida llena de erudición y activismo castró aspectos terrenales de su personalidad. Hildegart Rodríguez Carballeira, concebida como proyecto, hace sentir lástima.
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La pureza moral sobre el individuo es el instrumento materno para alcanzar un feminismo radical. La eugenesia como método para romper la esclavitud femínea prima en La virgen roja. Es un experimento tan diabólico como egoísta, desarrollado por una mujer, que hace de la maternidad el medio para alcanzar el control sobre su creación con intenciones más fascistas que humanistas. Hildegart fue engendrada sin amor. Todo estaba pensado en los planes de Aurora Rodríguez Carballeira: desde la elección del padre (que no podría reclamar a la hija) hasta su formación ultradisciplinada y robotizada, fruto de las pretensiones maternas. Esta pedagogía estará algodonada por una condición social cómoda que podía permitirse licencias exquisitas alejadas del trabajo como explotación social. Aurora es maquiavélica en la ejecución de su sueño trastornado por la lucha feminista a través de su hija. El enamoramiento en Hildegart acrecienta la tensión familiar, ¿será el desencadenante de una muerte provocada por el odio? ¿Fue Hildegart el martillo de una madre enferma, el títere con el que alcanzaría sus frustraciones, una muñeca de carne y hueso sobre la que tenía el derecho a darle y quitarle la vida?
La historia de Aurora Rodríguez Carballeira aparece como la gran desconocida salvo pinceladas de precisión intermedia. Su responsabilidad y preparación como madre y mujer dejan en el aire preguntas como ¿de quién son los hijos?, ¿qué la llevó, tan convencida de la libertad femenina, a criar una niña con ese afán?, ¿era consciente de ello? La vida de Hildegart es una existencia en la que, paradójicamente, la libertad de escoger no existe. Es una muñeca, un ente artificial creado por una progenitora que restriega la necesidad del sacrificio mientras exhibe el fruto de su trabajo como un logro personal cuando la obra se rebela ante su creadora. Se crea un monstruo instruido para liberar al mundo del machismo. La relación de ambas camina entre ceguera en la instructora y robustez solidaria en la alumna. La masculinización llega hasta la novela rosa, contemplada por la clase social inferior como vía de escape a los problemas diarios. Para Aurora es un folletín que intoxica a la mujer mientras habla del ‹‹placer animal de la carne››. |
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La película se instaura en la instrumentalización de una madre sobre su hija. La explosión inicial se desinfla sin brusquedad. El único consejo honesto que sale de la boca de Aurora, ‹‹Freud en el sexo, Nietzsche en el corazón y Marx en la cabeza››, choca con el filicidio que lo visualiza: un tiro entre las piernas, otro en el pecho y un tercero en la frente. Las cartas de un propósito retorcido se han puesto sobre la mesa como un guion bien planificado. Rodada con una técnica elegante, La virgen roja mezcla violencia y ganas de cambiar el mundo sin alboroto. Las grietas que van abriéndose en el modelaje materno estallan dentro de una trama (real), reafirmante de su fragilidad. Najwa Nimri (Aurora) empalaga con un hieratismo que no emociona ni cabrea. Su tono frío junto a una mirada altiva y fija, ausente de parpadeo, metálica, arrinconan su aportación. El primer trabajo del actor Patrick Criado resulta brillante, dejando a un lado esa mezcla de galanteo y heroísmo que conocemos en estos estrenos. El resto es un contenido sobrio, medido, que lentamente va derrumbándose. Nada se puede objetar a la directora de La novia, De tu ventana a la mía o Teresa excepto falta de emotividad sobre un referente histórico en el feminismo español. Esta Hildegart es convencional aunque esté interpretada por una actriz convincente. Su corrección se mantiene desde la compostura de una luchadora que no aparece belicosa. Es más lideresa política que activista revolucionaria, siempre aplastada por la losa materna que le tocó soportar. |
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Momentos como la caída monárquica de Alfonso XIII y el triunfo del Partido Socialista Obrero Español en las elecciones generales de 1931 pintan la tragedia de Hildegart de color histórico. La mención ligera de Clara Campoamor y Victoria Kent apoya el espíritu femenino de un drama que se deja ver. La transcendencia de sus pensamientos llegó al novelista y filósofo británico H. G. Wells y al sexólogo y activista Havelock Ellis, ambos británicos. El Festival Internacional de Cine de San Sebastián de 2024, que proyecta el trabajo de Paula Ortíz sobre la corta biografía de Hildegart Rodríguez Carballeira, albergó en 1977 la que, hasta entonces, fue la única versión cinematográfica española de ficción sobre el tema: Mi hija Hildegart, dirigida por Fernando Fernán Gómez. En 2021 llegó el documental homónimo al título de la maña, dirigido por Marcos Nine. La virgen roja es aceptable pero no brillante. |
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